Reflexiones desde Latinoamérica
Por
Branislav Pantović
y
Susan Benavides
El año 2020 – que marcó el inicio de la pandemia del Covid19 – significó un punto de inflexión para la gobernanza mundial de la Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI). A partir de este hito, se fortaleció el papel trascendental de la Diplomacia Científica en la contribución efectiva a la resolución de los retos globales de la humanidad y al desarrollo sostenible. Desde entonces, los discursos, narrativas y estrategias para la implementación de la Diplomacia Científica han permeado aún más las agendas gubernamentales y universitarias de los países de la región latinoamericana.
La Diplomacia Científica se consolida como un término ecléctico, de interacciones entre CTeI, por un lado, y la política y los asuntos internacionales, por el otro. La misma no puede observarse sin tener en cuenta los intereses políticos nacionales e internacionales. De hecho, la Diplomacia Científica reivindica la importancia de la toma de decisiones y generación de políticas públicas basadas en evidencia científica, visibilizando la CTeI como una herramienta de la política exterior. La presencia de miembros de la comunidad científica en las actividades y misiones oficiales es una de las tantas formas de implementar la Diplomacia Científica para unir naciones en torno a propósitos científicos comunes, a pesar de las tensiones políticas.
La implementación de la Diplomacia Científica no sólo requiere actores que comprendan el nexo entre CTeI, diplomacia y la toma de decisiones en un mundo cambiante, sino que también se requieren habilidades específicas para influenciar, comunicar, negociar, liderar y trabajar colaborativamente. Para crear y fortalecer dichas habilidades son absolutamente necesarios los procesos de formación y capacitación de profesionales que trabajan en el campo de la ciencia y están conectados con los retos y demandas locales y/o globales. Eso contribuye, además, a posicionar la evidencia científica como un valor en sí mismo, que orienta e impulsa la construcción de las agendas e iniciativas políticas y científicas en la arena internacional.
Lo anterior representa un reto significativo en Latinoamérica, ya que existe una brecha entre la práctica y la formación de habilidades para la Diplomacia Científica. Aunque se ha avanzado en la definición, comprensión y apropiación del concepto, dado que los gobiernos y las universidades se han venido preocupando por la implantación de estrategias y políticas para la Diplomacia Científica, la formación y capacitación en la materia es aún incipiente. Si se observa la cantidad de programas universitarios en Diplomacia Científica en la región latinoamericana, se puede afirmar que aún son muy escasos y que su desarrollo se ha enfocado principalmente a cursos cortos no formales.
En ese sentido, la eficacia de la Diplomacia Científica en la región latinoamericana puede cuestionarse porque no se cuenta con un capital humano capaz que, a su vez, cuente con las habilidades requeridas para la práctica de la misma. Concretamente, los especialistas en el tema son necesarios no solamente para aprovechar lo que un científico aporta, sino también una plétora de cuestiones como resolver las cuestiones técnicas, crear oportunidades para la CTeI, conectar la diáspora científica, construir alianzas sostenibles y ejecutar adecuadamente proyectos colaborativos hasta su etapa de evaluación. Además, la Diplomacia Científica se constituye como una herramienta para que los científicos puedan encontrar mejores oportunidades para divulgar, visibilizar y posicionar sus resultados de investigación en una esfera global. En otras palabras, el impacto de la investigación está medido por la capacidad de comunicar en debida forma los resultados científicos y colaborar con los tomadores de decisiones. Si estas particularidades no se toman en serio, por excepcional que sea el trabajo científico, los impactos podrían ser nulos.
Sumado a lo anterior, otro de los grandes retos de la región latinoamericana para la eficacia de la Diplomacia Científica tiene que ver con la asimetría en la participación del Sur Global en las discusiones que sobre la materia han venido siendo dominadas por el Norte Global. Es decir, para resolver los retos y necesidades regionales, es crucial el desarrollo de una perspectiva y narrativa sobre la Diplomacia Científica “geográficamente situada” y contextualizada a las comunidades desde dónde se actúa.
Por consiguiente, se requieren nuevas rutas y programas de aprendizajes para conectar la investigación científica con las demandas de las sociedades a nivel local e internacional. Las futuras generaciones de investigadores e investigadoras deben aprender, por ejemplo, cómo pueden contribuir y aportar a las sociedades más allá de su formación disciplinar y/o científica. La formación en Diplomacia Científica debe impulsarse con mayor firmeza en los currículos universitarios y en las academias diplomáticas de los países latinoamericanos.
Aunque se reconoce que para la inclusión de los procesos formativos en Diplomacia Científica se requieren adaptaciones curriculares a las temáticas particulares de los programas académicos, de cualquier manera, en términos generales, la formación debe apuntarle al desarrollo de habilidades clave, tales como:
- Comunicación asertiva para mantener el diálogo bidireccional entre diplomáticos/as y científicos/as, buscando la comprensión y compromiso de los tomadores/as de decisiones en el ámbito internacional.
- Flexibilidad y adaptación para trabajar en conjunto con diversos actores locales e internacionales, creando puntos de convergencia entre actores que provienen de diferentes realidades.
- Solidaridad y colaboración, asegurando una cooperación internacional coherente y consistente con los desafíos y necesidades.
- Networking y capital relacional, manteniendorelaciones de confianza y calidad.
- Negociación y persuasión con las nociones y los valores científicos, posicionando los temas de CTeI y los intereses nacionales en el ámbito internacional.
La eficacia de la Diplomacia Científica es directamente proporcional a la capacidad de llevar a la práctica sus conceptos y narrativas. La práctica requiere un capital humano idóneo y capaz técnicamente, con habilidades poderosas diferenciales. Es así como la proliferación de oportunidades formativas en Diplomacia Científica en espacios versátiles ligados con la dinámica del mundo actual es crucial para los futuros investigadores e investigadoras. La región latinoamericana tiene una gran potencialidad de crear sus propios programas de formación en Diplomacia Científica que permitan, por un lado, fortalecer su posición global y, por el otro, dar respuestas a las necesidades locales y globales, ambas metas en pro de una sociedad más sostenible e inclusiva basada en el conocimiento, la colaboración intersectorial y el desarrollo a nivel regional.
Skills for science diplomacy in future researchers
Insights from Latin America
by: Branislav Pantović & Susan Benavides
The year 2020 – which marked the beginning of the pandemic Covid19 – was a turning point for the global governance of Science, Technology and Innovation (STI). From this milestone, the transcendental role of Science Diplomacy in effectively contributing to the resolution of humanity’s global challenges and to sustainable development was strengthened. Since then, the discourses, narratives and strategies for the implementation of Science Diplomacy have further permeated the governmental and university agendas of the countries in the Latin American region.
Science Diplomacy is a term of eclectic interactions between STI on the one hand, and politics and international affairs on the other. It cannot be seen regardless of national and international political interests. In fact, Science Diplomacy claims the importance of evidence-based decision-making and policy-making, making STI visible as a foreign policy tool. The presence of members of the scientific community in official activities and missions is one of the many ways of implementing Science Diplomacy to bring nations together around a common scientific purpose, despite political tensions.
The implementation of Science Diplomacy not only requires actors who understand the nexus between STI, diplomacy and decision-making in a changing world, but also specific skills to influence, communicate, negotiate, lead and work in a collaborative fashion. In order to create and strengthen these skills, the education and training processes of professionals working in the field of science and connected to local and/or global challenges and demands are absolutely necessary. This also contributes to positioning scientific evidence as a value in itself, which guides and drives the construction of political and scientific agendas and initiatives in the international arena.
This represents a significant challenge in Latin America in the light of a gap between the practice and training of Science Diplomacy skills. Although progress has been made in the definition, understanding and appropriation of the concept, given that governments and universities have been concerned about the implementation of strategies and policies for Science Diplomacy, education and training in the field is still incipient. If one looks at the number of university programmes in Science Diplomacy in the Latin American region, it can be affirmed that they are still very scarce and that their development has focused mainly on non-formal short courses.
In this sense, the effectiveness of Science Diplomacy in the Latin American region can be questioned because of a lack of capable human capital that, in turn, has the skills required for its practice. Specifically, experts in the field are needed not only to take advantage of what a scientist brings to the table, but also a plethora of issues such as resolving technical issues, creating opportunities for STI, connecting the scientific diaspora, building sustainable partnerships and properly executing collaborative projects up to the assessment stage. In addition, Science Diplomacy is a tool for scientists to find better opportunities to disseminate, make visible and position their research results in a global sphere. In other words, the impact of research is measured by the ability to properly communicate scientific results and collaborate with decision-makers. If these particularities are not taken seriously, no matter how exceptional the scientific work is, the impacts could be null and void.
Following this line of ideas, another great challenge for the effectiveness of science diplomacy in the Latin American region is related to the asymmetry in the participation of the Global South in discussions on the subject that have been dominated by the Global North. In other words, in order to resolve regional challenges and needs, it is crucial to develop a perspective and narrative on science diplomacy that is “geographically situated” and contextualized to the communities from which it operates.
Therefore, new learning paths and programmes are needed to connect scientific research with the demands of societies at local and international levels. Future generations of researchers must learn, for example, how they can contribute to societies beyond their disciplinary and/or scientific training. Training in science diplomacy should be promoted more firmly in university curricula and diplomatic academies in Latin American countries.
Although it is recognised that the inclusion of training processes in Science Diplomacy requires curricular adaptations to the particular themes of the academic programmes, in any case, in general terms, training should aim to develop key skills, such as:
– Assertive communication to maintain a two-way dialogue between diplomats and scientists, seeking the understanding and commitment of decision-makers at international arena.
– Flexibility and adaptability to work together with diverse local and international actors, creating points of convergence between actors coming from different realities.
– Solidarity and collaboration, ensuring coherent international cooperation consistent with challenges and needs.
– Networking and relational capital, maintaining relationships of trust and quality.
– Negotiation and persuasion with scientific notions and values, positioning STI issues and national interests in the international arena.
The effectiveness of Science Diplomacy is directly proportional to the ability to put its concepts and narratives into practice. The practice requires technically capable and skilled human capital, with powerful differential skills. Thus, the proliferation of training opportunities in Science Diplomacy in versatile spaces linked to the dynamics of today’s world is crucial for future researchers. The Latin American region has great potential to create its own training programmes in Science Diplomacy that enable, on the one hand, to strengthen its global position and, on the other hand, to respond to local and global needs, both goals in favour of a more sustainable and inclusive society based on knowledge, collaboration between different sectors and development at the regional level.