Lo primero a comprender al abordar la definición de “diplomacia científica” es que no hay una sola definición para este concepto. Los países y las personas entienden la Diplomacia Científica de muchas formas diferentes, dado que este concepto se ha transformado en algo multidimensional, complejo, de diversas capas, y de variados significados.
Un segundo punto importante es que la Diplomacia Científica no es algo nuevo. Las relaciones internacionales que pueden enmarcarse como “diplomacia científica” han acontecido desde los inicios de la civilización humana: desde el intercambio de conocimientos y símbolos científicos en el Antiguo Egipto, Mesopotamia y Grecia; o desde el mundo occidental hasta la ruta de la seda. Los Tratados internacionales de desarme nuclear y la cooperación científica entre los EEUU y la URSS durante la Guerra Fría también pueden entrar dentro de esta amplia categoría. Otros tratados internacionales para la gobernanza y la cooperación científica en espacios sin gobierno como la Antártida, los océanos o incluso el espacio exterior también pueden entenderse como diplomacia científica. Otro ejemplo de diplomacia científica es el establecimiento de grandes infraestructuras de investigación requeridos para la cooperación científica de varios países que han sido oponentes en el pasado, como CERN en Suiza y SESAME en el Medio Oriente.
Sin embargo, es cierto que la diplomacia científica es un término nuevo que fue acuñado en un contexto histórico, como parte de una iniciativa estratégica de política exterior. El inicio del término se remonta a una iniciativa de política exterior de Estados Unidos. Esta iniciativa se propuso restablecer el poder blando de Estados Unidos y la reputación e imagen de ese país en el Medio Oriente y en todo el mundo después de la invasión liderada por Estados Unidos a Irak en 2003. A partir de ahí, el concepto ha cobrado vida propia tanto como “un área de estudio y como una consideración de política” según explica la profesora Rungius.
Diplomacia científica y cooperación científica internacional, ¿sinónimos?
La diplomacia científica no necesariamente se condice con la cooperación científica internacional. La diplomacia científica difiere de las colaboraciones científicas internacionales. La Diplomacia científica implica la participación de actores e intereses políticos, mientras que la cooperación científica internacional no necesariamente involucra a esos actores. Así lo indican autores tales como Copeland y Gluckman. De hecho, Copeland nota que “a veces esas colaboraciones tienen una orientación comercial que a menudo carece de participación estatal directa”.
2010: El punto de inflexión
Durante el año 2010 el concepto de diplomacia científica recibió un énfasis contemporáneo que resultó en un punto de inflexión a partir del cual se desarrolló una comunidad global de diplomacia científica y un entendimiento común. Ese año la Royal Society de Londres junto con la American Association for the Advancement of Science (AAAS) presentaron un informe titulado “Nuevas fronteras en la diplomacia científica”. El resultado más influyente del informe es el establecimiento de la primera taxonomía para la diplomacia científica que ha sido ampliamente utilizada desde entonces:
Ciencia en la diplomacia:
consiste en informar los objetivos de la política exterior sobre la base de asesoramiento científico.
Diplomacia para la ciencia:
apunta a facilitar la cooperación científica internacional.
Ciencia para la diplomacia:
se refiere a la utilización de la cooperación científica para mejorar las relaciones entre países.
A continuación se presenta un análisis más detallado de cada una de estas tres dimensiones emanadas de la diplomacia científica.
Ciencia en Diplomacia
La ciencia es fundamental para abordar los desafíos globales y la prioridad de la ciencia en diplomacia debe ser el garantizar la adopción efectiva del asesoramiento científico de alta calidad por parte de responsables políticos, líderes mundiales y diplomáticos/as.
Es por eso que la comunidad científica debe entregar información actualizada a los responsables de las políticas públicas, e identificar el consenso científico.
Los científicos y científicas pueden apoyar significativamente la política exterior, aunque esto puede tener un doble filo dependiendo de los momentos en que se solicite este apoyo. En tiempos de guerra, esto ha resultado en la movilización de recursos científicos y tecnológicos nacionales para el desarrollo de armas. En tiempos de paz, se utiliza el conocimiento científico para apoyar la toma de decisiones en política exterior. El objetivo general de estas actividades es mejorar la política exterior mediante el uso del conocimiento científico. A continuación se muestran algunos ejemplos de esta dimensión.
El caso más conocido sobre un mecanismo de asesoramiento científico para informar las políticas internacionales es el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Un panel científico establecido en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) para proporcionar al mundo una visión científica clara sobre el estado actual del cambio climático y sus posibles consecuencias tanto ambientales como socioeconómicas. Miles de científicos y científicas de todo el mundo contribuyen a estas revisiones y evaluaciones de forma voluntaria, que luego se utilizan para las negociaciones sobre política global.
Diplomacia para la ciencia
Esta segunda dimensión se centra principalmente en la facilitación de las colaboraciones internacionales en ciencia y tecnología. Las herramientas clásicas de la diplomacia se utilizan así para apoyar la comunidad científica y tecnológica mediante la construcción conjunta de programas de investigación asociativa, proyectos internacionales emblemáticos (como el Reactor Termonuclear Experimental Internacional ITER), o las grandes infraestructuras de investigación (como el Gran Colisionador de Hadrones, LHC). Algunos de estos proyectos requieren una gran cantidad de recursos y fondos, que un país no puede proveer por sí solo. La colaboración internacional resulta entonces clave para construir proyectos científicos asociativos.
La colaboración habitual entre investigadores/as e instituciones en todo el mundo también cabe en esta categoría. El esfuerzo científico es ahora más global que nunca y las publicaciones científicas basadas en colaboraciones internacionales están creciendo cada día más. A veces, la creación de colaboraciones científicas en regiones específicas o con socios determinados requieren de la asistencia diplomática (eg. negociaciones de contratos, propiedad intelectual, regulaciones de visas, etc.) para construir asociaciones de investigación entre gobiernos y otras instituciones. Por lo tanto, cualquier financiamiento de investigación bilateral o multilateral requiere interacciones diplomáticas o acciones que contienen elementos de “Diplomacia para la ciencia”. En este sentido son claves los roles de los y las “diplomáticos/as científicos/as” en ministerios de ciencia, en agencias de financiación de proyectos, o en los procesos de evaluación por pares. El objetivo general de las acciones en la dimensión “Diplomacia para la ciencia” es beneficiarse de recursos científicos y tecnológicos internacionales para mejorar la capacidad nacional, así como para construir proyectos de investigación conjunta que un país por sí solo no podría emprender.
Ciencia para la Diplomacia
La cooperación científica y tecnológica se puede utilizar como una herramienta para construir y mejorar las relaciones entre los estados nacionales. Tradicionalmente la ciencia ha jugado un papel en el desarrollo de capacidades de poder duro, como las tecnologías militares y la coerción económica. En contraste la “Ciencia para la diplomacia” se basa principalmente en el “poder blando” de la ciencia para atraer, persuadir e influir como un bien nacional y como una actividad que trasciende los intereses nacionales. Estas actividades se pueden percibir en contextos de relaciones difíciles entre ciertos Estados cuando estos se enfrentan a problemas comunes que no pueden resolver por sí mismos, o cuando se preparan para renovar sus relaciones.
A modo de ejemplo encontramos los acuerdos de cooperación científica, el establecimiento de nuevas instituciones para fomentar la colaboración científica o para reconstruir las relaciones entre naciones (como por ejemplo CERN o SESAME), las becas de formación, los procesos de negociación o mediación, los festivales y exposiciones científicas, etc. En general, la colaboración científica se utiliza aquí para proporcionar relaciones de colaboración que se fundamentan en una base no ideológica. El objetivo es, por tanto, apoyar las acciones de Política Exterior mediante la movilización de redes científicas.
El enfoque de propósitos estratégicos
Aparte de la definición anterior, el mismo año 2010 los autores Flink y Schreiterer propusieron otra tipología sustantiva para conceptualizar la diplomacia científica. Derivado de un análisis de las acciones concretas que los actores estatales han demostrado, estos dos autores distinguen entre tres propósitos estratégicos para caracterizar diferentes variedades de políticas y estrategias que promueven la cooperación científica internacional y revelan la diplomacia científica:
Acceso. Consiste en mejorar la capacidad nacional de innovación y competitividad mediante una mejor evaluación comparativa de las tendencias y políticas internacionales de investigación y desarrollo, observando y aprovechando los mercados del conocimiento y la tecnología en otras partes del mundo, junto con atraer talentos e inversiones desde el exterior. Las acciones impulsadas por el acceso se pueden utilizar para aliviar tensiones entre estados, generar confianza, gestionar o prevenir conflictos, o involucrarse en los proyectos de “gran ciencia” extremadamente costosos y que ningún país puede resolver solo, como la Estación Espacial Internacional.
Promoción. Se refiere al marketing sobre los logros científicos de un país y el aumento del interés en su ciencia y la tecnología mejorando así su reputación. Su objetivo principal es la atracción de estudiantes, investigadores/as y empresas para fortalecer las capacidades, la reputación y el desempeño de un país, mejorar sus capacidades innovadoras, y sentar las bases para asociaciones internacionales exitosas.
Influencia. Ella busca abordar el aspecto más explícitamente político y de poder blando dentro de la diplomacia científica, influyendo en la opinión pública, tomadores/as de decisión y liderazgos políticos o económicos de otros países. Las actividades en ciencia y tecnología sirven como un prometedor punto de entrada para involucrar a la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil por todo el mundo. Tanto los valores universales de la ciencia como el enfoque más racional en los procesos de formulación de políticas que refuerzan la democracia, ambos están integrados en este objetivo político. El principal desafío aquí, a diferencia de la cooperación científica internacional, es juntar el mundo de la ciencia y aquel de la diplomacia, uniendo profesionales y diferentes actores con un conjunto de intereses estratégicos particulares y preocupaciones globales.
El enfoque pragmático
Cuatro reconocidos asesores científicos en Ministerios de Relaciones Exteriores han postulado una clasificación alternativa basada en un reenfoque pragmático. Los autores Gluckman, Turekian, Grimes y Kishi argumentan que, si bien el enfoque de la Royal Society y la AAAS ha sido útil para estudios académicos y teóricos, el concepto resulta impreciso en escenarios de la vida real, no captura todos los elementos relevantes ni proporciona responsabilidades políticas claras. Según la experiencia de estos asesores, un enfoque sobre el por qué un país determinado podría invertir esfuerzos y recursos en la diplomacia científica y en la ciencia internacional podría ser la base de un marco más útil de Diplomacia Científica.
Por lo tanto, dichos autores sugieren un marco de diplomacia científica más utilitario basado en las tres categorías siguientes:
Acciones diseñadas para promover directamente las necesidades nacionales de un país. Este grupo comprendería el ejercicio del poder blando para aumentar el impacto de un país en el resto del mundo, para ser más estratégico en la identificación de cómo las relaciones científicas promueven el comercio, algunos intereses diplomáticos más amplios, o la asistencia al desarrollo con información científica, además de la creación de asociaciones científicas entre países donantes y países receptores. Esto también incluiría la respuesta de seguridad nacional y emergencias, ya que la ciencia y la tecnología pueden informar sobre respuestas y asistencias científicas transnacionales, o participar en los tratados relativos al control de armas desde la verificación científica. Las dimensiones económicas también caben dentro de esta categoría a medida que se incluyen más parámetros científicos y sanitarios en normativas comerciales, de propiedad intelectual y de fabricación de productos entre diferentes países, etc. Por último, los sistemas nacionales de ciencia, tecnología e innovación se benefician de estos enfoques, ya que se involucran globalmente con otras investigaciones y agencias de innovación, con sus propias diásporas científicas, o acceden a grandes infraestructuras de investigación ausentes en sus propios países.
Acciones diseñadas para abordar intereses transfronterizos. Estas involucran cuestiones bilaterales o transfronterizas, el uso o acceso a recursos compartidos (como gas, pesca, etc.), y la explotación de servicios técnicos compartidos (regulación farmacéutica, evaluación de la seguridad alimentaria, etc.)
Acciones diseñadas para abordar principalmente las necesidades y los desafíos globales. Este grupo incluye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que comprenden un contexto global para el desarrollo y la asociación donde los países, desarrollados o en desarrollo, pueden contar con metas medibles para aumentar sus actividades de desarrollo nacional e internacional. Los ODS proporcionan un excelente punto de encuentro entre intereses globales y prioridades nacionales. Estas acciones también implican el acceso y la explotación científica de los espacios sin gobierno (como la Antártida, el ámbito digital o el Espacio exterior).
En resumen, la diplomacia científica es un concepto aún en construcción. A continuación se presenta un conjunto de definiciones elaboradas durante los últimos años por destacados profesionales en el campo.
Este contenido ha sido elaborado con el apoyo del consorcio S4D4C (Lorenzo Melchor, Izaskun Lacunza, and Ana Elorza. 2020. What Is Science Diplomacy? In: S4D4C European Science Diplomacy Online Course, Module 2, Vienna: S4D4C.)