Por
Alejandro Ives Estivill Castro (Cónsul General de México en Montreal, Canadá) y Linda Lara-Jacobo (Científica: Investigadora y consultora en Quebec, Canadá).
La política exterior de la provincia canadiense de Quebec está fuertemente asociada con la diplomacia científica. Su tradición al respecto no es necesariamente de larga data, aún cuando los grandes cambios surgidos en Quebec a mediados de la década de los noventa siempre distinguieron a la fuerza universitaria y de investigación que se asentaba en sus principales ciudades como una de las ventajas comparativas indispensables para su inserción propositiva en la escena mundial. La capacidad de generación eléctrica al precio más competitivo que distingue a Quebec, su fuerza cultural autogestiva, la presencia de industrias de avanzada en el sector aeroespacial, energético y agroalimentario, y la abundancia de algunos productos como la bauxita para producir aluminio; completan una ecuación lógica, desde entonces, para poner el acento político en la investigación de punta, la atracción de científicos(as) y estudiantes, y el desarrollo de proyectos con perspectiva internacional.
El inicio de la relación científica entre Quebec y México se confirma oficialmente en el 2011 cuando se firma el Acuerdo de Cooperación en Materia de Investigación e Innovación entre el Gobierno de Quebec y México. Su objetivo provincial es desarrollar actividades y proyectos conjuntos que contribuyan a reforzar la investigación científica y tecnológica. Entre estas se incluyen las áreas Químico-Biológicas, Médicas, Ambientales, Telecomunicaciones, Espaciales, Tecnológicas e Ingenierías. Ese año se destinaron 1,600 millones de dólares para la innovación e investigación, y otro medio millón de dólares y 50 becas de exención de pagos de colegiatura para mexicanos y mexicanas interesados(as) en becas para estudios doctorales y posdoctorales.
Con esto se dio paso a una cooperación científica y tecnológica fructífera entre las dos partes y se iniciaron seminarios entre Quebec-México sobre la ciencia, la investigación y la innovación logros, desafíos y oportunidades por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT). En el que el principal objetivo era dar a conocer y resaltar algunos proyectos de colaboración, así como también generar alianzas y nuevas colaboraciones.
El 20 de enero del 2016, se publica un comunicado de prensa sobre la firma de acuerdos de seguimiento entre México y Quebec. En este se ratifica y se manifiesta el interés de México por profundizar en la relación con Quebec y aprovechar nuevas oportunidades de colaboración en la lucha contra el cambio climático y el medio ambiente. Ese mismo año, como fruto de estos acuerdos, se publica la convocatoria Fonds de recherche du Québec (Nature et technologie, Santé, Société et culture) que forma parte del Programme bilatéral de recherche collaborative Québec – Mexique; en el que los temas prioritarios fueron el desarrollo sustentable, medioambiente y cambio climático, fabricación avanzada, salud pública y envejecimiento e Industrias culturales.
Más recientemente la Delegación General de Quebec en México (DGQM), que fue inaugurada en 1980 para promover intereses de Quebec en las diversas instituciones mexicanas en sectores de economía, educación, cultura e inmigración, ha creado la Red de Embajadores de Quebec en México, la cual tiene como objetivo reunir a aquellos mexicanos y mexicanas que hayan tenido una experiencia académica o profesional en la provincia de Quebec, y a aquellos y aquellas quebequenses que estén viviendo en México, para la creación de redes de colaboraciones entre los miembros.
En materia de diplomacia científica, la época más reciente responde en mucho a las decisiones del “Científico en Jefe” de la provincia, Remi Quirion; un apasionado de lo que puede lograr la burocracia de apoyo a la ciencia para modificar políticas públicas y atender los temas más apremiantes de nuestro tiempo, a efecto de dotar a Quebec de una encomiable influencia internacional. Desde antes de la irrupción de la pandemia del COVID 19, Remi Quirion hablaba intensamente de las redes científicas como la fuente más prolífica de cambios reales en las políticas frente a los temas más apremiantes de la actualidad.
La fórmula planteada ha sido que, en materia de vinculación científica, Quebec tiene masa crítica suficiente para jugar sus propias cartas y señalar sus temas de interés: no solo en el ámbito ambiental sino, por igual, en la atención de enfermedades que más le inquietan, especialmente entre personas de edad (ámbitos fisiológicos como psicológicos), la productividad alimentaria o el desarrollo de la informática y la inteligencia artificial.Dos elementos caracterizaban su diálogo. Verticalmente se cree en la diplomacia científica como factor que irrumpe en los múltiples niveles de gobiernos: tan virtuoso un estado que aprovecha la presencia de científicos y científicas en su equipo de asesores(as), como un municipio que encuentra vocación productiva en el cultivo de un producto o una ciudad que define el aprovechamiento marítimo o la especialidad óptica como sus áreas a desarrollar. Por ejemplo, Remi Quirion, en el momento de su más activo diálogo con México, era vicepresidente de la INGSA, la International Network for Government Science Advice (ahora ha asumido la presidencia de ese organismo y ha atraído para Quebec sus principales reuniones que aportan al desarrollo de las capacidades de asesoría científica, sobre todo en países emergentes). Su principal proyecto en ese entonces era lograr el capítulo “Norteamérica” de INGSA. Apuntaba a un órgano regional incorporando asesores a diversos niveles de gobierno entre México, Canadá y Estados Unidos (tres reuniones al respecto fueron promisorias). Se trataba de una iniciativa apetecible si se piensa que abonaba fuertemente a la generación de una “identidad norteamericana regional en lo científico”, fascinante para la integración norteamericana en espacios que por igual hablaran de lo económico y relativo a la seguridad (lo que tradicionalmente se coloca en la integración regional) como de aspectos sociales y propios del soft-power regional.
Como complemento, pero no menos importante, Quirion también actúa horizontalmente al intentar dotar a su visión sobre la vinculación política y diplomática del quehacer científico una flexibilidad pragmática, social y políticamente orientada. Aprovecha que la palanca quebequense para apoyar la ciencia se halla en el hecho de que la entidad que dirige, Les Fonds de recherche du Québec (entidad responsable del apoyo gubernamental a los proyectos científicos), depende directamente del Ministerio de la Economía y la Innovación de Quebec (MEI). Favorece un proceso de acercamiento del quehacer científico a la productividad, el impacto social y la competitividad de la provincia. Al hacerlo, no desea perder una rectoría virtuosamente nacionalista y social para la investigación científica quebequense.
En ese sentido, Remi Quirion encabezó seminarios dirigidos a discutir la diplomacia científica como una necesidad prioritaria de la provincia de Quebec, adecuadamente articulada con toda la diplomacia canadiense. El más renombrado ocurrió en mayo de 2017 en la Universidad de McGill, y respondió al nombre “Réflexion sur l’usage de la diplomatie scientifique au Québec et au Canada”. Daba seguimiento al ímpetu de reflexión sobre el tema iniciado conjuntamente por la Royal Society de Londres y la AAAS (American Association for the Advancement of Sciences) que dio pie al renombrado reporte “New frontiers in science diplomacy”. Ese documento es retomado constantemente para definir las líneas fronterizas, los tipos y conjuntos paradigmáticos dentro de la diplomacia científica.
En esta trayectoria de definición de una vocación provincial por la diplomacia científica, llegaría pronto la publicación del documento estrella que, por meses, Quebec ha expuesto con aroma de mantra y que Remi Quirion entregaba simpático como es natural en él, a diestra y siniestra, a quien lo contactara, siempre satisfecho por tener una publicación de amplia difusión mediática: se trataba de su dosier dentro del periódico Le Devoir del 3 de noviembre de 2019 con el título Diplomatie scientifique; Propulser l’intérêt scientifique québécois à l’international.
¿Qué vendrá a futuro? Un nuevo componente ha entrado con irrefrenable impacto en toda reflexión sobre la diplomacia científica que Quebec promulgaba como uno de sus distintivos provinciales: la pandemia del COVID 19 conlleva una reflexión intensa sobre qué tanto se ha escuchado la voz científica internacional, qué tanto ha sido una voz estructurada unívocamente cuando tanto se ha modificado conforme se investiga y aprende en el camino de combatir una grave pandemia como esta.
La ansiedad por extraer de la ciencia resultados inmediatos, en ocasiones antes de lo que sus tiempos lógicos lo permiten, es materia que exige el involucramiento más coherente de las comunidades científicas y su mejor relación diplomática para categorizar y exorcizar los procesos políticos que las afectan.
Quede de momento una reflexión básica: a como sea el resultado que merecerá discusiones más acuciosas en el futuro próximo, el concepto de una diplomacia científica es y será parte de toda estrategia de política exterior. Lo primero e indispensable a realizar está basado en evitar cortocircuitos, abonar al lenguaje común de la ciencia como uno de los componentes básicos del valor civilizacional de la humanidad y no desandar en su valoración. Lo demás será tejer sobre ese lenguaje y esas vías de comunicación por lo que la diplomacia científica ya cuenta con una primera visión: una de no retroceder en los lazos internacionales de la ciencia y confiar en que esa correlación, en particular, no conlleva riesgos.
The Scientific Relationship between Quebec and Mexico: an example of Science Diplomacy
By: Alejandro Ives Estivill Castro (Consul General of Mexico in Montreal, Canada) and Linda Lara-Jacobo (Scientist: Researcher and consultant in Quebec, Canada).
The foreign policy of the Canadian province of Quebec is strongly associated with science diplomacy. Its tradition in this area is not necessarily old, even if the major changes that occurred in Quebec in the mid-1990s have always made the university and research strength based in its main cities one of the comparative advantages essential to its proactive insertion on the world stage. Quebec’s distinctive capacity to generate electricity at the most competitive price, its self-governing cultural strength, the presence of leading-edge industries in the aerospace, energy and agri-food sectors, and the abundance of certain commodities such as bauxite to produce aluminum, have completed a logical equation, since then, to politically emphasize cutting-edge research, attract scientists and students, and develop projects with an international perspective.The beginning of the scientific relationship between Quebec and Mexico was officially confirmed in 2011 with the signing of the Research and Innovation Cooperation Agreement between the Government of Quebec and Mexico. Its provincial objective is to develop joint activities and projects that contribute to strengthening scientific and technological research. These include chemical-biological, medical, environmental, telecommunications, space, technology and engineering areas. In 2011, US$1.6 billion was earmarked for innovation and research, as well as half a million dollars (US) and 50 tuition waiver scholarships for Mexican students interested in scholarships for doctoral and postdoctoral studies.
With this, a fruitful scientific and technological cooperation between the two parts was initiated and Quebec-Mexico seminars on science, research and innovation achievements, challenges and opportunities were initiated by the National Council of Science and Technology of Mexico (CONACYT). The main objective was to publicize and highlight some collaborative projects, as well as to generate partnerships and new collaborations.
On January 20, 2016, a press release was published on the signing of follow-up agreements between Mexico and Quebec. Mexico’s interest in deepening the relationship with Quebec and taking advantage of new opportunities for collaboration in the fight against climate change and the environment was ratified and expressed. That same year, as a result of these agreements, the Fonds de recherche du Québec (Nature et technologie, Santé, Société et culture) was published as part of the Programme bilatéral de recherche collaborative Québec – Mexique. The priority themes were sustainable development, environment and climate change, advanced manufacturing, public health and aging, and cultural industries.More recently, the General Delegation of Quebec in Mexico (DGQM), which was inaugurated in 1980 to promote Quebec’s interests in the various Mexican institutions in the sectors of the economy, education, culture and immigration, has created the Network of Quebec Ambassadors in Mexico, which aims to bring together Mexicans who have had an academic or professional experience in the province of Quebec and Quebeckers who are living in Mexico for the creation of collaborative networks among its members.
In terms of science diplomacy, the most recent era is largely due to the decisions of the province’s “Chief Scientist”, Remi Quirion; passionate about what the science-supporting bureaucracy can do to change public policy and address the most pressing issues of our time, to provide Quebec with a commendable international influence. Since before the outbreak of the COVID 19 pandemic, Rémi Quirion has been talking intensely about networks of scientists as the most prolific source of real policy change on today’s most pressing issues.
The proposed formula was that, in terms of scientific links, Quebec has sufficient critical mass to play its own cards and highlights its subjects of interest: not only in the field of the environment, but also in the management of diseases that concern it the most, particularly in the elderly (physiological and psychological fields), food productivity or the development of computer science and artificial intelligence.Two elements characterized their dialogue. Vertically, science diplomacy is seen as a factor that permeates multiple levels of government: a state that benefits from the presence of scientists in its advisory team is just as virtuous as a municipality that finds a productive vocation in the cultivation of a product or a city that defines maritime exploitation or optical specialization as its development areas. For example, Remi Quirion, at the time of his most active dialogue with Mexico, was a vice-president of INGSA, the International Network for Government Science Advice (he has now assumed the presidency of this organization and has brought to Quebec its main meetings, which contribute to the development of science advice capacities, especially in emerging countries). His main project at the time was to create the “North American” chapter of INGSA. He was openly aiming for a regional body incorporating advisors at various levels of government between Mexico, Canada, and the United States (three meetings on this subject were promising). It was an attractive initiative if one considers that it contributed strongly to the generation of a “North American regional scientific identity,” fascinating for the North American integration in spaces that talk as much about economic and security issues (traditionally placed in regional integration) as about social and regional soft-power aspects.
As a complement, but no less important, Quirion also acts horizontally by trying to endow his vision of the political and diplomatic link of the scientific process with a pragmatic flexibility, oriented towards the social and political. He takes advantage of the fact that Quebec’s leverage in supporting science lies in the entity he heads, the Fonds de recherche du Québec (the entity responsible for government support to scientific projects), reports directly to the Quebec Ministry of Economy and Innovation (MEI). It encourages bringing science closer to the province’s productivity, social impact, and competitiveness. In doing so, it does not wish to lose a virtuously nationalistic and social leadership for Quebec’s scientific research.
In this regard, Rémi Quirion has facilitated seminars aimed at discussing science diplomacy as a priority need for the province of Quebec, well articulated with the overall Canadian diplomacy. The most renowned one took place in May 2017 at McGill University and was entitled “Réflexion sur l’usage de la diplomatie scientifique au Québec et au Canada”. It was a continuation of the dynamic reflection on the subject initiated jointly by the Royal Society of London and the AAAS (American Association for the Advancement of Sciences), which resulted in the famous report, “New frontiers in science diplomacy”. This document is constantly revisited to define the boundaries, types, and sets of paradigms within science diplomacy.In this process of defining a provincial vocation for science diplomacy, the publication of the flagship document that, for months, Quebec has been presenting with the fragrance of a mantra and that Rémi Quirion, as is natural for him, was happy to give to anyone who contacted him, always happy to have a publication with wide media coverage: it is his dossier in the newspaper Le Devoir on November 3, 2019, with the title Diplomatie scientifique; Propulser l’intérêt scientifique québécois à l’international.
What lies ahead? A new component has come into play, with an irrepressible impact on any reflection on science diplomacy that Quebec has promulgated as one of its provincial trademarks: the COVID 19 pandemic brings an intense reflection on the degree to which an international scientific voice is heard, on the degree to which this voice is unambiguously structured, when so much has changed as we have researched and learned along the path of fighting a serious pandemic such as this.
The anxiety to extract immediate results from science, sometimes sooner than its logical timeframes allow, is an issue that requires the most consistent involvement of scientific communities and their best diplomatic relationship to categorize and exorcize the political processes that affect them.
For now, one basic thought remains: whatever the outcome, which will merit further discussion in the near future, the concept of science diplomacy is and will be part of any foreign policy strategy. The first and indispensable thing to do is to avoid shortcuts, to subscribe to the common language of science as one of the fundamental components of humanity’s civilizational value, and not going back to its appreciation. The rest will consist of weaving on this language and these communication channels. Therefore, science diplomacy already has a first vision: that of not going back on the international links of science and of believing that this correlation, in particular, does not entail risks.
La relation scientifique entre le Québec et le Mexique : un exemple de diplomatie scientifique
Par: Alejandro Ives Estivill Castro (Consul général du Mexique à Montréal, Canada) et Linda Lara-Jacobo (Scientifique : Chercheuse et consultante au Québec, Canada).
La politique étrangère de la province canadienne du Québec est fortement associée à la diplomatie scientifique. Sa tradition en la matière n’est pas nécessairement ancienne, même si les grands changements intervenus au Québec au milieu des années 1990 ont toujours fait de la force universitaire, et de recherche basée dans ses principales villes, l’un des avantages comparatifs indispensables à son insertion proactive sur la scène mondiale. La capacité de production d’électricité au prix le plus compétitif qui distingue le Québec, sa force culturelle autogérée, la présence d’industries de pointe dans les secteurs de l’aérospatiale, de l’énergie et de l’agroalimentaire, et l’abondance de certains produits comme la bauxite pour produire de l’aluminium ont complété une équation logique, depuis lors, pour mettre l’accent politiquement sur la recherche de pointe, attirer des scientifiques et des étudiants, et développer des projets dans une perspective internationale.
Le début de la relation scientifique entre le Québec et le Mexique a été officiellement confirmé en 2011 avec la signature de l’Accord de coopération en recherche et innovation entre le gouvernement du Québec et le Mexique. L’objectif provincial de cet accord est de développer des activités et des projets communs qui contribuent à renforcer la recherche scientifique et technologique. Il s’agit notamment des domaines de la chimie-biologie, de la médecine, de l’environnement, des télécommunications, de l’espace, de la technologie et de l’ingénierie. Cette année-là, 1,6 milliard de dollars ont été affectés à l’innovation et à la recherche, ainsi qu’un demi-million de dollars et 50 bourses d’études exemptes de droits de scolarité pour les étudiants mexicains intéressés par des bourses d’études doctorales et postdoctorales.
Cela a donné lieu à une coopération scientifique et technologique fructueuse entre les deux régions et à l’organisation de séminaires Québec-Mexique sur les réalisations, les défis et les possibilités en matière de science, de recherche et d’innovation par le Conseil national mexicain pour la science et la technologie (CONACYT). L’objectif principal était de faire connaître et de mettre en évidence certains projets de collaboration, ainsi que de générer des partenariats et de nouvelles collaborations.
Le 20 janvier 2016, un communiqué de presse a été publié sur la signature d’accords de suivi entre le Mexique et le Québec. Elle ratifie et exprime l’intérêt du Mexique à approfondir la relation avec le Québec et à profiter de nouvelles opportunités de collaboration dans la lutte contre les changements climatiques et l’environnement. La même année, à la suite de ces ententes, le Fonds de recherche du Québec (Nature et technologie, Santé, Société et culture) est publié dans le cadre du Programme bilatéral de recherche collaborative Québec – Mexique. Les thèmes prioritaires étaient le développement durable, l’environnement et le changement climatique, la fabrication avancée, la santé publique et le vieillissement, ainsi que les industries culturelles.Plus récemment, la Délégation générale du Québec au Mexique (DGQM), qui a été inaugurée en 1980 pour promouvoir les intérêts du Québec auprès des diverses institutions mexicaines dans les secteurs de l’économie, de l’éducation, de la culture et de l’immigration, a créé le Réseau des ambassadeurs du Québec au Mexique, qui vise à réunir les Mexicains, ayant eu une expérience académique ou professionnelle dans la province de Québec, et les Québécois vivant au Mexique, pour la création de réseaux de collaboration entre les membres.
En termes de diplomatie scientifique, l’ère la plus récente est largement due aux décisions du « scientifique en chef » de la province, Rémi Quirion; passionné par ce que la bureaucratie qui soutient la science peut accomplir pour changer les politiques publiques et s’attaquer aux enjeux les plus pressants de notre époque, afin de doter le Québec d’une influence internationale louable. Depuis avant l’apparition de la pandémie de COVID 19, Rémi Quirion parlait intensément des réseaux de scientifiques comme la source la plus prolifique de véritables changements politiques face aux thèmes les plus urgents d’aujourd’hui.
La formule proposée a été que, sur le plan des liens scientifiques, le Québec dispose d’une masse critique suffisante pour jouer ses propres cartes et souligner ses sujets d’intérêt : non seulement dans le domaine de l’environnement mais, également, dans la prise en charge des maladies qui le concernent le plus, notamment chez les personnes âgées (domaines physiologique et psychologique), la productivité alimentaire ou le développement de l’informatique et de l’intelligence artificielle.Deux éléments ont caractérisé leur dialogue. Verticalement, la diplomatie scientifique est considérée comme un facteur qui pénètre dans les multiples niveaux de gouvernement : un État qui profite de la présence de scientifiques dans son équipe de conseillers est tout aussi vertueux qu’une municipalité qui trouve une vocation productive dans la culture d’un produit ou qu’une ville qui définit l’exploitation maritime ou la spécialisation optique comme ses domaines de développement. Par exemple, Rémi Quirion, à l’époque de son dialogue le plus actif avec le Mexique, était le vice-président de l’INGSA, l’International Network for Government Science Advice (il a maintenant assumé la présidence de cette organisation et a fait venir au Québec ses principales réunions qui contribuent au développement des capacités de conseil scientifique, notamment dans les pays émergents). Son principal projet à l’époque était de créer le chapitre “nord-américain” de l’INGSA. Il visait ouvertement un organisme régional incorporant des conseillers à divers niveaux de gouvernement entre le Mexique, le Canada et les États-Unis (trois réunions à ce sujet étaient prometteuses). Il s’agissait d’une initiative séduisante si l’on considère qu’elle a fortement contribué à la génération d’une “identité scientifique régionale nord-américaine”, fascinante pour l’intégration nord-américaine dans des espaces qui parlent aussi bien des questions économiques et de sécurité (traditionnellement placées dans l’intégration régionale) que des aspects sociaux et de soft-power régional.
En complément, mais non moins important, Quirion agit aussi horizontalement en essayant de doter sa vision du lien politique et diplomatique de la démarche scientifique d’une flexibilité pragmatique, orientée vers le social et le politique. Il profite du fait que le levier du Québec en matière de soutien à la science réside dans le fait que l’entité qu’il dirige, les Fonds de recherche du Québec (l’entité responsable du soutien gouvernemental aux projets scientifiques), relève directement du ministère de l’Économie et de l’Innovation du Québec (MEI). Il encourage un processus visant à rapprocher la science de la productivité, de l’impact social et de la compétitivité de la province. Ce faisant, il ne souhaite pas perdre un leadership vertueusement nationaliste et social pour la recherche scientifique québécoise.
A cet égard, Rémi Quirion a animé des séminaires visant à discuter de la diplomatie scientifique comme un besoin prioritaire pour la province du Québec, bien articulé avec l’ensemble de la diplomatie canadienne. Le plus renommé a eu lieu en mai 2017 à l’Université McGill et s’intitulait “Réflexion sur l’usage de la diplomatie scientifique au Québec et au Canada”. Il s’inscrit dans le prolongement de la dynamique de réflexion sur le sujet initiée conjointement par la Royal Society of London et l’AAAS (American Association for the Advancement of the Sciences), qui a donné lieu au célèbre rapport “New frontiers in science diplomacy”. Ce document est constamment revisité pour définir les frontières, les types et les ensembles de paradigmes au sein de la diplomatie scientifique.Dans ce processus de définition d’une vocation provinciale pour la diplomatie scientifique, la publication du document phare que, depuis des mois, le Québec présente avec le parfum d’un mantra et que Rémi Quirion, comme il est naturel pour lui, était heureux de remettre à quiconque le contactait, toujours content d’avoir une publication à large couverture médiatique : c’est son dossier dans le journal Le Devoir du 3 novembre 2019 avec le titre Diplomatie scientifique; Propulser l’intérêt scientifique québécois à l’international.
Qu’est-ce qui nous attend ? Une nouvelle composante est entrée en jeu, avec un impact irrépressible sur toute réflexion sur la diplomatie scientifique que le Québec a promulguée comme l’une de ses marques provinciales : la pandémie COVID 19 amène une réflexion intense sur le degré d’écoute d’une voix scientifique internationale, sur le degré de structuration univoque de cette voix, alors que tant de choses ont changé au fil des recherches et des apprentissages sur la voie de la lutte contre une pandémie grave comme celle-ci.
L’anxiété d’extraire des résultats immédiats de la science, parfois plus tôt que ne le permettent ses délais logiques, est une question qui exige l’implication la plus cohérente des communautés scientifiques et leur meilleure relation diplomatique pour catégoriser et exorciser les processus politiques qui les affectent.
Pour l’heure, une réflexion de base demeure : quelle que soit l’issue, qui méritera des discussions plus approfondies dans un avenir proche, le concept de diplomatie scientifique fait et fera partie de toute stratégie de politique étrangère. La première et indispensable chose à faire est d’éviter les courts-circuits, de souscrire au langage commun de la science comme l’une des composantes fondamentales de la valeur civilisationnelle de l’humanité, et de ne pas revenir sur son appréciation. Le reste consistera à tisser sur ce langage et ces canaux de communication. C’est pourquoi la diplomatie scientifique a déjà une première vision : celle de ne pas faire marche arrière sur les liens internationaux de la science et de croire que cette corrélation, en particulier, ne comporte pas de risques.