Por
Alberto Fierro
Alejandro Estivill
Pedro Figueroa
La diplomacia científica engrana conocimientos y herramientas de las dos disciplinas que le dan origen. Ella se fortalece con la participación de actores provenientes de múltiples sectores. Sus interacciones y las sinergias que éstas generan, favorecen la amplitud y profundidad de los intercambios de conocimientos y experiencias en esta naciente disciplina.
Tanto la ciencia como la diplomacia atraen sus propios stakeholders y alianzas, lo que facilita los intercambios entre distintos ámbitos, el sector público, la academia e incluso el sector privado. Por su lado, la diplomacia ayuda a relacionar a estos actores y facilitar su colaboración. Por otro, la ciencia aporta un lenguaje universal y permite que científicos y científicas se conviertan en embajadores y embajadoras de agendas relevantes para toda la humanidad.
Para los y las representantes diplomáticos/as, la posibilidad de “hacer diplomacia científica” es un privilegio: nos permite colaborar con actores variadisimos; conocer de primera mano los avances científicos y tecnológicos que tienen lugar en el sitio de adscripción; al mismo tiempo que intercambiar conocimientos y buenas prácticas. Todo esto nos brinda la oportunidad de identificar los vínculos más útiles para mejorar la realidad de nuestros países de origen.
La experiencia del Consulado General de México en Boston nos permite ofrecer algunos ejemplos. En Massachusetts coexisten más de 25 oficinas de representación diplomática, la mayor parte de ellas en las ciudades de Boston y Cambridge. Estas ciudades albergan también algunas de las instituciones académicas más prestigiosas de Estados Unidos, como la Universidad de Harvard, el Massachusetts Institute of Technology, MIT, y la Universidad de Tufts.
A este entorno se suman las contribuciones intelectuales y profesionales de diásporas altamente calificadas provenientes de la multiplicidad de países representados en esta región. México no es la excepción: la presencia de investigadoras e investigadores mexicanos ha dejado una importante huella en el ecosistema de innovación en ciencia y tecnología del Noreste de Estados Unidos. Un gran ejemplo es el legado del profesor Alfonso Serrano Pérez-Grovas, impulsor del Gran Telescopio Milimétrico. Los esfuerzos iniciados por el doctor Serrano cuando dirigía el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ayudaron a consolidar dicha institución, junto con la Universidad de Massachusetts-Amherst, como el proyecto científico binacional más complejo que se haya construido en nuestro país. Hoy en día, el Gran Telescopio Milimétrico lleva el nombre del distinguido profesor.
Con el objetivo de subrayar el alcance de esta colaboración y los avances que el Gran Telescopio ha permitido en el campo de la astronomía, el Consulado de México en Boston invitó en 2021 al profesor Grant Wilson, del Departamento de Astronomía de UMass-Amherst, a sostener una charla para la comunidad de Nueva Inglaterra sobre la colaboración internacional que supuso la construcción del Gran Telescopio situado en México. Localizado a 4,600 metros de altura en la Sierra Negra del estado de Puebla y situado en la cúspide de un volcán inactivo, el telescopio Alfonso Serrano representa lo que el profesor Wilson denominó un avance que ocurre una sola vez en una generación. La cámara del Gran Telescopio fue bautizada con el acrónimo “TolTEC” y es 50 veces más poderosa que su antecesora, con una velocidad 100 veces superior. En el resto del mundo existen tres cámaras similares, pero están situadas en telescopios más pequeños que el que está localizado en México.
Según el doctor Wilson, gracias a este telescopio, científicos y científicas de ambos países pueden observar la evolución del universo desde hace 14 mil millones de años. A su juicio, es casi inevitable que algunas de sus observaciones sean consideradas para el premio Nobel.
Fuente : https://www.inaoep.mx/noticias/?noticia=827&anio=2021]
[Caption foto: En abril de 2019, el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano formó parte del consorcio de 19 observatorios científicos que dio a conocer la primera imagen de un agujero negro en la galaxia M87 que se muestra arriba.]
El legado de la colaboración del profesor Serrano con sus pares en Massachusetts, más de 20 años después de iniciada, sigue brindando respuestas a algunas de las grandes interrogantes de la humanidad. En el Consulado de México en Boston nos enorgullece el haber podido facilitar posteriormente los encuentros institucionales que garantizaran el desenlace exitoso de este proyecto.
Otro ejemplo de cómo un científico se convierte en un embajador es la misión que el investigador mexicano Abel Sánchez, Director Ejecutivo del Laboratory for Manufacturing and Productivity del MIT, se impuso a sí mismo para acercar la ciencia computacional a su país de origen.
Para facilitar la participación de más niñas y mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, más allá de Estados Unidos, el doctor Sánchez decidió reformular uno de los cursos que impartía en el MIT. Partió de la premisa de que el pensamiento computacional debe ser una habilidad esencial para cualquier persona alrededor del mundo. Con la ayuda de estudiantes voluntarias de posgrado del MIT, planteó los contenidos académicos del curso desde la perspectiva de experiencias cotidianas atractivas para niñas y jóvenes mexicanas.
Con esto logró que su curso pasara de 60 estudiantes a 600 en su segunda iteración, concluyendo el último piloto con más de 2,500 niñas participantes en Puebla, la Ciudad de México, Guanajuato, Aguascalientes, Hidalgo, Guadalajara, y Monterrey. Hoy el curso se imparte virtualmente a miles de niñas en toda Latinoamérica. El doctor Sánchez es, sin duda, un auténtico embajador de la diplomacia científica trabajando en ambos lados de la frontera, en México y Nueva Inglaterra. Para nosotros siempre es un orgullo poder facilitar este tipo de colaboraciones y conectar a los actores que generen valor en el ciclo de la diplomacia científica.
De igual manera, desde el Consulado en México en Boston hemos tenido la oportunidad de tomar un papel activo facilitando la conexión entre las agendas científicas de México y Massachusetts. En 2019, mediante nuestra representación, el Gobierno de México estableció fructíferas alianzas con jóvenes investigadores e investigadoras en materia de salud, impulsores del crecimiento de empresas emergentes fundadas para diseminar sus hallazgos.
Paralelamente, colaboramos con la oficina de innovación del Gobierno de Suiza en Boston, para permitir que una empresa mexicana emergente de ciencias de la vida tuviera la posibilidad de ser financiada con capital semilla desde Boston. Esta empresa investiga tecnologías de estimulación cerebral no invasiva para tratar enfermedades psiquiátricas y neurológicas.
En parte como producto de su participación en este ejercicio, esta empresa consiguió establecerse en Cambridge, Massachusetts, donde hoy tiene acceso a importantes recursos humanos y científicos para avanzar en su investigación y llevar nuevos tratamientos a pacientes con estas enfermedades en diferentes latitudes. Este es un excelente ejemplo de cómo la colaboración entre sectores, y entre países, es una muestra de los alcances de la diplomacia científica y sus resultados. Por último, no se puede dejar de mencionar la fascinante experiencia del Círculo Diplomático de Ciencia y Tecnología de Boston, del que el Consulado de México es un integrante muy activo. Este proyecto fue puesto en marcha en 2013, por iniciativa de la oficina de innovación de Suiza en Boston, para capitalizar la red de contactos de las representaciones diplomáticas y crear una plataforma de intercambios que acerque la riqueza de los desarrollos científicos a un auditorio de casi 60 países.
Un ejemplo de la importancia de plataformas como esta quedó de manifiesto durante la pandemia del COVID-19. Fue posible establecer contactos con investigadores médicos, desarrolladores de tecnologías médicas innovadoras, etc. que ofrecieron mayores alternativas a los gobiernos de los países representados en Boston para facilitar intercambios tanto de conocimiento como de tecnologías o materiales necesarios para el combate al COVID-19. En el sentido inverso a la adopción del papel de embajadores de los científicos de los que hablamos arriba, en esta ocasión los diplomáticos pudimos cumplir una tarea cargada de ciencia. Esta experiencia nos permitió acercar soluciones tangibles a un problema global.
En suma, la experiencia del Consulado de México en Boston en materia de diplomacia científica demuestra la fortaleza de los puentes tendidos ante una variedad de actores, sectores y geografías para mejorar la calidad de vida de todas las personas. El papel de cada una de las personas que hacen ciencia e innovación a través de las fronteras es la mejor forma de diplomacia. Las acciones descritas arriba también dan testimonio acerca del círculo virtuoso entre diplomacia científica y paradiplomacia. El orden westfaliano nos ha acostumbrado durante siglos a que las relaciones internacionales son monopolio del nivel estatal central. Poco a poco ese modelo se ha ido desdibujando. Si bien el estado-nación sigue siendo hoy el actor principal de la arena global, se observa cada vez con mayor fuerza las acciones emprendidas por actores subnacionales o no-gubernamentales (eg. estados federados, regiones, provincias, municipalidades, organizaciones de la sociedad civil, pueblos originarios, cámaras de comercio, universidades, empresas, ONGs, start-up’s, centros de investigación, desarrollo e innovación, etc.) Porque su potencial es amplio y porque su futuro es promisorio, el círculo virtuoso entre paradiplomacia y diplomacia científica probablemente seguirá nutriendo buenas relaciones internacionales de largo alcance.
Pocas veces se ha puesto tanto interés en dotar de un sentido humano y social a la estructura de figuras científicas, pensadores/as e innovadores/as que a lo largo de los años México ha podido tener en diversas partes del mundo, siendo la región de América del Norte la más conspicua en este tipo de mentes. Se trata de contactos con enorme talento que pueden abocarse, con proyectos bien orientados al beneficio directo de grupos y sectores en México y a la solución de necesidades muy precisas en nuestro país. Para ello se diseñan estructuras que, con base en la acción de la amplia red diplomática y consular que se tiene en América del Norte y que supera las 55 oficinas en esa región, canalizan la capacidad de acciones científicas, tecnológicas y de innovación de manera más expedita a sus destinatarios. Igualmente, coadyuva en ello la misma estructura diplomática en la Ciudad de México, que colabora constantemente con muchos centros de innovación que las entidades federativas del país están desarrollando como ocurre recientemente en Puebla, Yucatán y Tabasco, sin olvidar actores tradicionales como Jalisco y Nuevo León, entre otros.
La red consular de América del Norte consolidó, sobre esta visión, el llamado “Corredor 4.0 para el desarrollo” que pone en contacto el desarrollo científico, la innovación y la creatividad, siempre con un claro sentido social. Nueva Inglaterra destaca, en gran medida por el ecosistema in situ basado en la red de universidades, centros de investigación y redes de conocimiento que albergan a un importante grupo de miembros de la comunidad mexicana y por supuesto latina. Nueva Inglaterra, además, puede ser señalada como un centro de vocación internacional para que todas estas confluencias ocurran y, por lo mismo, como una voz cimera de la diplomacia científica que marca la pauta para definir prioridades y definir el camino a seguir.
Por igual, México, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Academia Mexicana de las Ciencias, estableció el Consejo de Tecnología, Ciencia e Innovación (COTECI) que se ha convertido en el receptor de proyectos que vinculan todo tipo de iniciativa que la red de embajadas y consulados mexicanos pueden captar en el mundo para orientar su potencial hacia un beneficio nacional. Este organismo está ofreciendo respuestas a muchísimos y muy variados temas, tal y como se muestra en las acciones que se han detectado para el caso de Nueva Inglaterra, y otorga la mayor prioridad a las iniciativas de atención a grupos vulnerables, al desarrollo de sectores económicos con sustentabilidad y compromiso social y la motivación de jóvenes. Se busca visualizar un futuro en el que la alta preparación científica y de innovación sea prioritaria; se busca impulsar intercambios que impliquen muchos años de vinculación con posibilidades infinitas que hoy quizá aún no podemos imaginar. Con este gozne virtuoso entre ciencia, tecnología y diplomacia se siembra el futuro de proyectos que algún día podremos cosechar.
The Practice of Science Diplomacy from New England: building bridges and easing paths
by:
Alberto Fierro
Alejandro Estivill
Pedro Figueroa
Science diplomacy connects tools and knowledge from the two disciplines from which it originates. It is in turn strengthened by the input of representatives of a diversity of sectors who participate within it. The interactions and the synergies they generate favor the breadth and depth of knowledge and experience exchanges in this growing field.
Both science and diplomacy attract their own stakeholders and allies, promoting exchanges between diverse areas, including the public sector, academia, and even the private sector. On the one hand, diplomacy helps connect these actors and bolsters their collaboration. On the other hand, science provides a unifying language that enables scientists to become universal ambassadors for all humankind.
For diplomatic representatives, the possibility of exercising “science diplomacy” is a true privilege: it allows us to collaborate with varied actors; we are able to have first-hand knowledge of some of the latest scientific and technological advances happening in our posting destinations; at the same time, we get to exchange knowledge and good practices. All this enables us to identify how to establish the most valuable connections that have the potential to improve many given situations in our countries of origin.
Our experience at the General Consulate of Mexico in Boston provides some examples. In Massachusetts alone, there are more than 25 consulate offices, most of them in the cities of Boston and Cambridge. These cities also house some of the most prestigious academic institutions in the United States, such as Harvard University, the Massachusetts Institute of Technology, MIT, and Tufts University.
To this environment, one must also add the intellectual and professional contributions of highly qualified diasporas from the multiple countries represented in this region. Mexico is no exception: for years now, Mexican researchers have left a significant footprint in the science and technology ecosystem of the Northeast of the USA.The legacy of Prof. Alfonso Serrano Pérez-Grovas, the mind behind Mexico’s Large Millimeter Telescope, is a good example. Early efforts of Alfonso Serrano when he led Mexico’s National Institute of Astrophysics, Optics, and Electronics at the National Autonomous University of Mexico (UNAM in Spanish), contributed to the formation of the most complex binational scientific project that has ever been built in our country, and this was accomplished alongside the University of Massachusetts-Amherst. Today, the Large Millimeter Telescope bears the distinguished professor’s name.
To highlight the magnitude of this project and the advancements that the Large Millimeter Telescope enabled in the field of astronomy, in 2021 our Consulate invited Prof. Grant Wilson, from UMass-Amherst’s Department of Astronomy, to chat with our community in New England about the international collaboration that was required for the Telescope, which is currently based in Mexico, to finally operate.Located 4,600 meters up the Sierra Negra in the state of Puebla, Mexico, and placed on top of a dormant volcano, the Alfonso Serrano Telescope represents what Prof. Wilson called a once in a lifetime scientific advancement. The Telescope’s camera has the acronym “TolTEC” and is 50 times more potent than its predecessor, with speeds 100 times faster. There are only three other cameras like this one in the world, but all of them are placed in smaller telescopes than the one located in Mexico.
According to Prof. Wilson, it is thanks to this Telescope that scientists in the USA and Mexico can now observe the universe’s evolution, going back more than 14 billion years. In his opinion, it is almost inevitable that some of its observations will eventually be considered for the Nobel Prize.
Source: https://www.inaoep.mx/noticias/?noticia=827&anio=2021]
[CAPTION PHOTO: In April 2019, the Alfonso Serrano Large Millimeter Telescope was part of the 19-Observatory consortium that announced the first image of a black hole in the M87 galaxy shown above.]
The legacy of Alfonso Serrano’s work with his peers in Massachusetts, more than 20 years ago, continues to provide answers to some of the great unsolved questions of humanity. The Consulate of Mexico in Boston is very proud to be able to facilitate later institutional meetings that guaranteed the successful completion of this project.
Another example of how a scientist can become an ambassador comes from the pursuit initiated by Mexican researcher Abel Sánchez, PhD, the Executive Director of MIT’s Laboratory for Manufacturing and Productivity, when he decided to advance computational science in his country of origin.
To encourage the participation of more girls and women in the fields of science, technology, engineering, and mathematics beyond the borders of the United States, Dr. Sánchez decided to rethink one of the courses he taught at MIT. He started with the premise that computational thinking is a necessary and fundamental skill for everyone everywhere.With the help of volunteer women grad students from MIT, he reapproached the academic contents of his course and reassembled them with elements from daily life to make it attractive for young girls in Mexico.
By rethinking his course materials, his class went from 60 to 600 students in its second edition, ending with more than 2,500 girls in Puebla, Mexico City, Guanajuato, Aguascalientes, Hidalgo, Guadalajara, and Monterrey alone. Today the course is taught virtually to thousands of girls throughout Latin America. Abel Sánchez is undoubtedly a true ambassador of science diplomacy, working on both sides of the border in Mexico and New England. It is always a source of pride for traditional diplomacy to promote these types of collaborations and connect all kinds of actors that add value to the science diplomacy cycle.
Additionally, from Mexico’s Consulate in Boston, we have had the opportunity to actively promote the connection between Mexico and Massachusetts’s scientific agendas. In 2019, the Government of Mexico formed fruitful alliances through our diplomatic posting with young health researchers dedicated to promoting the growth of startups established to disseminate their scientific findings.
At the same time, we worked with the Innovation Office of the Government of Switzerland in Boston to allow a Mexican biotech startup to obtain seed capital from the United States. This company researches non-invasive brain stimulation technologies that treat psychiatric and neurological diseases.
Partially derived from its participation in this exercise, this startup was later able to establish itself in Cambridge, Massachusetts, where today it has access to essential human and scientific resources that have enabled it to advance its research and bring new treatments to patients around the world. This is an excellent example of how collaborations between countries and sectors amplify the results of what can be achieved through science diplomacy.Finally, the fascinating experience of the Science & Technology Diplomatic Circle (S&TDC) of Boston needs to be mentioned, of which the Consulate of Mexico is a very active member. This initiative was launched in 2013 by the Swiss Innovation Office for New England to enhance the diplomatic representations’ contact network and create an exchange platform to bring the region’s rich scientific developments to the almost 60 countries that have some form of consular representation in Massachusetts (through consulates and honorary consulates).
The importance of platforms such as this one was made clear during the COVID-19 pandemic. The networks we developed through the S&TDC made it a lot easier to access medical researchers or developers of innovative medical technologies, which were helpful in our different countries and offered greater alternatives that eased the transfer of knowledge, technologies, and the necessary materials to fight COVID-19. Unlike the prior cases in which scientists adopted the role of ambassadors, this experience allowed us, diplomats, to fulfill a task full of science on this occasion and offer tangible solutions to a global problem.
In short, the science diplomacy experience of the Consulate General of Mexico in Boston bears witness to the strength of bridges laid before different actors, sectors, and geographies, aiming to improve the quality of life of people around the world. The role of every individual who does science and drives innovation across borders is the best form of diplomacy.The actions described above also testify to the virtuous circle between scientific diplomacy and paradiplomacy. For centuries now, the Westphalian order has accustomed us to see international relations being the monopoly of the central state level. Gradually, this model is fading away. Although the nation-state continues to be the main actor in the global arena today, we are increasingly seeing actions undertaken by subnational or non-governmental actors (e.g. federal states, regions, provinces, municipalities, civil society organizations, indigenous peoples, chambers of commerce, universities, companies, NGOs, start-ups, research, development and innovation centers, etc.) Because their potential is vast and because their future is promising, the virtuous circle between paradiplomacy and science diplomacy will probably continue to nurture good long-range international relations.
Rarely has there been so much interest in giving a human and social meaning to the structure of scientific figures, thinkers, and innovators that over the years Mexico has been able to have in various parts of the world; the North American region being the most conspicuous in this type of mind. They represent associates with enormous talent that can be dedicated, under well-oriented projects, to the direct benefit of groups and sectors in Mexico and to the solution of very precise needs in our country. Based on the effort of the extensive Mexican diplomatic and consular network in North America, which exceeds 55 offices in the region, diverse structures have been designed to channel scientific, technological and innovation capabilities in a more expedited way towards their beneficiaries. Equally, the diplomatic structure in Mexico City contributes to this aim, constantly collaborating with many innovation centers that the country’s federal entities are developing, as has recently happened in Puebla, Yucatán and Tabasco, without forgetting traditional stakeholders like Jalisco and Nuevo León, among others.
Based on this vision, the North American consular network of Mexico has joined in the so-called “Corridor 4.0 for development” that connects scientific development, innovation and creativity, always with a clear social perspective. Boston stands out, largely due to its in situ ecosystem, based on the network of universities and research centers and knowledge networks that encompasses an important group of members of the Mexican and, of course, Latino community. New England, furthermore, can be pointed out as a center of international vocation for all these confluences to occur and, therefore, as a leading voice of scientific diplomacy that promotes and sets the tone for identifying priorities and defining the path to follow.
Similarly, Mexico, through the Ministry of Foreign Affairs and the Mexican Academy of Sciences, established the Technology, Science, and Innovation Council (COTECI in Spanish) which has become the recipient of projects that link all kinds of initiatives that the network of Mexican embassies and consulates can notice worldwide to direct their potential towards a national benefit. This organization is offering answers to many and varied issues, as shown in the actions that have been detected in the case of New England, prioritizing favorable initiatives for vulnerable groups, the development of economic sectors with sustainability and social commitment, and youth motivation. It seeks to visualize a future in which high scientific and innovation preparation is a priority; It seeks to promote exchanges that involve many years of bonding with infinite possibilities that today we may not even be able to imagine. With this virtuous hinge between science, technology and diplomacy, a future of projects that we will one day be able to harvest is sown.