
Por
Horacio G. Rotstein
y
Laura Galvis
La emigración de personas altamente cualificadas y su efecto en sus países de origen y destino se han estudiado desde hace más de 60 años. Mucho se ha escrito y debatido sobre los fenómenos conocidos como fuga de cerebros, captación de cerebros, circulación de cerebros, vinculación de cerebros y la diáspora científica, o más en general, de capital humano. Pero, ¿hasta qué punto son relevantes estos conceptos hoy en día? ¿De qué manera el uso de estos conceptos dicta el imaginario social y las políticas en torno a la diáspora? ¿Cómo podrían las políticas y la reestructuración institucional mejorar la integración de la diáspora de capital humano con sus homólogos en su país de origen?
La noción de fuga de cerebros se refiere a la pérdida significativa de ciudadanos educados y altamente calificados debido a la emigración, más dramáticamente de los países en desarrollo a las economías industrializadas. Como tal, esta emigración tiene un impacto negativo en el desarrollo científico, tecnológico y económico de los países “exportadores”, mientras que los países “importadores” experimentan los efectos contrarios, beneficiándose así de la ganancia de cerebros. Estos términos, acuñados originalmente en la década de 1960 (Greenberg 1964; McVittie 1967), dominaron los primeros estudios sobre la diáspora altamente cualificada y describieron sus efectos en ganadores y perdedores. A su vez, esta visión posiblemente simplificada ha impulsado gran parte del imaginario social en torno a la diáspora de capital humano. Por ejemplo, la connotación negativa o la percepción de la fuga de cerebros como “los que se fueron”, ha alimentado, incluso inconscientemente, la división entre los que están en el país de origen y los que están en el extranjero, añadiendo a los obstáculos tecnológicos, económicos y de movilidad y a las diferencias culturales ya presentes entre los científicos que viven en distintos países. Por otro lado, la inmigración de personas cualificadas es altamente valorada en los países desarrollados, a pesar de que se ha demostrado que estas personas “roban más puestos de trabajo” de las comunidades locales en comparación con los inmigrantes poco cualificados, que suelen ser el blanco de los discursos antimigratorios (Banerjee & Duflo 2019).
La noción relacionada de circulación de cerebros puede considerarse en principio alejada del eje fuga de cerebros-ganancia de cerebros. Esta implica políticas destinadas a enviar profesionales al extranjero con fines de formación y educación con el compromiso explícito de regresar a su país de origen para seguir desarrollando sus carreras con las consecuencias positivas esperadas para las economías locales. Las políticas pueden incluir la repatriación total o el retorno temporal de profesionales del conocimiento para fines o proyectos específicos. Sin embargo, la circulación de cerebros no ha logrado compensar la fuga de cerebros en los países en desarrollo, ya que, por ejemplo, los migrantes a veces se ven tentados por mejores oportunidades en los países de acogida o los países de origen no pueden absorber adecuada y eficazmente a los retornados.
El concepto más reciente de vinculación de cerebros está desplazando la atención hacia la colaboración entre las dos comunidades, omitiendo el requisito de la repatriación de la diáspora. Los cambios en tecnología, conectividad y la facilidad para viajar han transformado de forma gradual, pero significativa, las posibilidades de interacción y el desarrollo del trabajo colaborativo. La percepción de la diáspora del capital humano está pasando de una pérdida de capital humano a un capital humano externo. Los profesionales del conocimiento en el extranjero han construido redes con diversos objetivos, entre ellos el intercambio de experiencias e ideas, científicas, tecnológicas o de otro tipo, entre los miembros de la red y colaboraciones ocasionales con colegas o instituciones de su país de origen. Aunque a nivel individual las colaboraciones pueden haberse prolongado durante muchos años y haber recibido cierto apoyo oficial (por ejemplo, de gobiernos, embajadas y consulados locales), en la mayoría de los casos los contactos parecen ser temporales, informales, no sistemáticos y desintegrados. Un estudio reciente resume algunos de estos esfuerzos en la región latinoamericana (Echeverría-King et al, 2022).
¿Es este modelo de vinculación de cerebros óptimo? Esto, a su vez, plantea cuestiones adicionales sobre si la optimización debe definirse, caracterizarse y medirse en cada contexto y según la realidad de los países participantes, y de qué manera. Parece natural (quizás obvio) considerar que un modelo exitoso y productivo de vinculación de cerebros debería contribuir a aumentar el desarrollo científico, tecnológico y económico de los países implicados, el país de acogida y el país de origen en vía de desarrollo, con énfasis en este último. La diáspora de capital humano puede mediar la creación de conexiones científico-tecnológicas con actores extranjeros que pueden ser cruciales para las estrategias de diplomacia científica de un país en desarrollo. Las políticas para mejorar estas colaboraciones e integrarlas en el sistema científico nacional, especialmente en América Latina, se encuentran en sus primeras fases y se necesitan más estudios para identificar las mejores prácticas para apoyar este proceso en nuestro contexto. Tal vez para que estas políticas sean eficaces, sea necesario reimaginar todo el concepto de diáspora de capital humano y modificar los sistemas científicos para dar cabida a este cambio. ¿Cómo podemos dar forma al concepto de diáspora de capital humano para potenciar el desarrollo personal y colectivo de los y las investigadores/as y, más en general, de los y las profesionales del conocimiento y los países implicados?
En este contexto, diáspora se utiliza para referirse a la comunidad de profesionales del conocimiento que residen en el extranjero. En el núcleo de esta noción de diáspora se encuentra la distinción geográfica entre los que están en el país y los que están fuera (“dispersión o propagación de un pueblo desde su patria original”), y esta distinción geográfica a menudo define una distinción funcional que implícitamente crea una separación entre las dos comunidades. Por ejemplo, un investigador en el extranjero puede dar charlas en seminarios institucionales en su país de origen, acoger y formar en sus grupos a jóvenes científicos/as de su país de origen, contribuir a la formación de estudiantes de postgrado y postdoctorales en su país de origen, colaborar en proyectos de investigación en su país de origen y servir de puente entre funcionarios/as y profesionales del conocimiento de ambos países, pero se le considera inherentemente externo, no “parte del sistema”.
Consideramos que el modelo anterior de vinculación de cerebros y el concepto asociado de diáspora de capital humano (comunidad de profesionales del conocimiento residentes en el extranjero) son demasiado restrictivos y limitan su alcance a efectos de una vinculación de cerebros fructífera. Motivados por la noción judía de diáspora, promovemos una noción ampliada de diáspora de capital humano que puede describirse utilizando la metáfora de la “diáspora como miembros de la tribu”. No se trata simplemente de una cuestión semántica, sino conceptual, cuyo objetivo es integrar estrechamente a la comunidad de profesionales del conocimiento en el extranjero en las actividades científicas/académicas del país de origen, dotándoles de algún tipo de entidad institucional. Esto puede lograrse, por ejemplo, incorporando a los y las científicos/as en el extranjero a los centros de investigación y formación (incluidas las universidades), mediante las denominadas afiliaciones de cortesía, y proporcionando recursos destinados a desarrollar estas actividades y colaboraciones. El estado actual de las comunicaciones tecnológicas facilita enormemente este tipo de interacciones y ha independizado en gran medida la capacidad de interactuar.
El sentido de pertenencia derivado de la vinculación de los y las investigadores/as a su país de origen no sólo sirve de motivación para participar, sino que se espera que proporcione el aglutinante institucional para el éxito de este tipo de programas. Quizás inconscientes de la necesidad de un marco institucional, algunos países han dado los primeros pasos en esta dirección a partir de peticiones concretas. Por ejemplo, a petición de una Red de Científicos en el Exterior, el CONICET argentino ha realizado una convocatoria para que Científicos/as de Argentina en el Exterior se incorporen como “Investigadores Correspondientes”, un estatus equivalente a un nombramiento/afiliación de cortesía en las universidades americanas que existe desde hace años, pero que estaba fuera del radar de los y las científicos/as argentinos/as en el exterior y contaba con pocos miembros. Una novedad es el requisito de estar afiliado a un instituto de investigación, algo que el Instituto del Cálculo de la Universidad de Buenos Aires (un Instituto de Matemática Aplicada del CONICET) ya incorporó, y de manera independiente, informalmente hace unos años. Los programas nacionales de financiación también necesitan incorporar a la diáspora dentro de su marco y condiciones. Las oficinas científicas de muchos países están solicitando proyectos conjuntos, pero la mayoría de los programas nacionales de financiación no están diseñados para incorporar actores internacionales y tienen grandes necesidades burocráticas, lo que a menudo desmotiva la participación de la diáspora y sus instituciones asociadas. La integración requerirá una reestructuración institucional.
Destacamos que este enfoque es diferente de los esfuerzos de repatriación y del llamado programa de captación de talentos ejercido por algunos países, ya que el objetivo no es competir por los recursos humanos, sino crear comunidades que sean beneficiosas para todos los países implicados y puedan contribuir al desarrollo de los países que han experimentado la fuga de cerebros. También señalamos que esta noción de diáspora de capital humano es diferente de la metáfora “jugar para el país de origen”, tomada prestada de un amigo (Sebastián Ceria, comunicación personal), que se refiere a los futbolistas que juegan para su país de origen en la copa del mundo. Construyendo sobre esa metáfora, no se trata sólo de jugar para una comunidad, sino, lo que es más importante, de formar jugadores/as en esa comunidad y crear equipos integrados con esa comunidad.
No es nuestro objetivo dar respuestas definitivas ni pontificar sobre las ventajas de una noción más inclusiva de la diáspora de capital humano y los beneficios de comunidades más integradas entre profesionales del conocimiento residentes en un país y en el extranjero, especialmente en el contexto de los países en desarrollo. Por el contrario, nuestro objetivo es abrir el debate, promover un examen de la situación en diferentes países, la identificación de experiencias exitosas y ejemplos de trabajo, la investigación de los posibles beneficios económicos y sociales para los países participantes (países de origen y países de acogida), y el desarrollo de políticas que puedan aprovechar las ventajas de comunidades más integradas para la mejora de las naciones participantes.
Referencias
Banerjee, A. V., & Duflo, E. (2019). Good economics for hard times. Allen Lane.
Echeverría-King, L. F., Camacho Toro, R., Figueroa, P., Galvis, L. A., González, A., Suárez, V. R., Torres Atencio, I., & Widmaier Müller, C. N. (2022). Organized Scientific Diaspora and Its Contributions to Science Diplomacy in Emerging Economies: The Case of Latin America and the Caribbean. Frontiers in research metrics and analytics, 7, 893593. https://doi.org/10.3389/frma.2022.893593
Greenberg, D. S. (1964). Brain Drain-The View from This Side of the Atlantic. Science, 143(3608), 787-787.
McVittie, G. C. (1967). The brain drain. Nature, 216, 1149-1150.
Towards a new notion of human capital diaspora: a tight functional integration between communities
by: Horacio G. Rotstein & Laura Galvis
The emigration of highly skilled individuals and its effects on their countries of origin and destination have been studied for more than 60 years. Much has been written and discussed about the phenomena known as brain drain, brain gain, brain circulation, brain linkage, and the scientific, or more generally, human capital diaspora. But how relevant are these concepts today? How is the use of these concepts dictating the social imagery and policies around the diaspora? How could policies and institutional restructuring improve the integration of the human capital diaspora with their counterparts in their country of origin?
The notion of brain drain refers to the significant loss of educated and highly skilled citizens due to emigration, most dramatically from developing countries to industrialized economies. As such, this migration has a negative impact on the scientific, technological and economic development of the “exporting” countries while the “importing” countries experience the opposite effects, thus benefiting from brain gain. These terms, originally coined in the 1960s (Greenberg 1964; McVittie 1967), dominated the early studies of the highly skilled diaspora and described its effects into winners and losers. This arguably simplified view in turn has driven much of the social imagery around the human capital diaspora. For example, the negative connotation or perception of the brain drain as “those who left”, has fueled, even subconsciously, the division between those in the country of origin and those abroad, adding to the technological, economic and mobility obstacles and cultural differences already present between scientists living in different countries. On the other hand, immigration of skilled individuals is highly valued in developed countries, despite the fact that these individuals have been shown to “steal more jobs” from local work pools compared to low skilled migrants who are usually targeted in anti-migrant discourses (Banerjee & Duflo 2019).
The related notion of brain circulation can be considered in principle to be away from the brain drain-gain axis. It involves policies aimed at sending professionals abroad for training and education purposes with the explicit commitment of returning to their country of origin to continue developing their careers with the expected positive consequences for the local economies. Policies can include either full repatriation or temporary return of knowledge professionals for specific purposes or projects. However, brain circulation has failed to compensate for the brain drain in developing countries, as, for example, trainees abroad are sometimes tempted by better opportunities in the hosting countries or the countries of origin cannot properly and efficiently absorb the returnees.
The newer concept of brain linkage is shifting the focus towards collaboration between the two communities and omits the requirement for the repatriation of the diaspora. Changes in technology, connectivity and easiness of travel have gradually, but significantly, transformed the possibilities for interaction and the development of collaborative work. Human capital diaspora perception is shifting from a loss of human capital to an external human capital. Knowledge professionals abroad have constructed networks with a variety of goals, including the exchange of experiences and ideas, scientific, technological or otherwise, among members of the network and occasional collaborations with colleagues or institutions in their country of origin. While at the individual level collaborations may have extended over many years and received some official support (e.g., by governments, local embassies and consulates), in most cases the contacts appear to be temporary, non-formal, non-systematic, and non-integrated. A recent study summarizes some of these efforts across the Latin American region (Echeverría-King et al, 2022).
The question arises whether this model of brain linkage is optimal. This in turn raises additional questions such as to whether and how optimality should be defined, characterized and measured in each context and according to the reality of the participating countries. It seems natural (perhaps obvious) to consider that a successful and productive model of brain linkage should contribute to increasing the scientific, technological and economic development of the involved countries, the more developed host country and the developing country of origin, with an emphasis on the latter. Human capital diaspora can mediate the creation of scientific/technological connections with foreign actors that can be crucial for the science diplomacy strategies of a developing country. Policies to improve these collaborations and integrate them into the national scientific system, especially in Latin America, are in their early phases and further study is needed to identify best practices to support this process in our context. Perhaps for these policies to be effective, the whole concept of human capital diaspora needs to be imagined again and the scientific systems need to be modified to accommodate this change. How can we shape the concept of human capital diaspora to potentiate the personal and collective development of researchers and, more generally, knowledge professionals and the countries involved?
In this context, diaspora is used to refer to the community of knowledge professionals residing abroad. At the heart of this notion of diaspora is the geographic distinction between those who are in the country and those who are outside (“dispersion or spread of a people from their original homeland”), and this geographic distinction often defines a functional distinction implicitly creating a separation between the two communities. For example, an investigator abroad may give talks in institutional seminars in their country of origin, host and train in their groups young scientists from their country of origin, contribute to the training of graduate students and postdocs in their country of origin, collaborate in research projects in their country of origin, and serve as a bridge between officials and knowledge professionals in both countries, but they are considered as inherently external, not “part of the system”.
We view the above model of brain linkage and the associated concept of human capital diaspora (community of knowledge professionals residing abroad) as too restrictive and limiting in its scope for fruitful brain linkage purposes. Motivated by the traditional Jewish notion of diaspora, we promote an expanded notion of human capital diaspora that can be described by using the “diaspora as members of the tribe” metaphor. This is not simply a semantic issue, but a conceptual one that aims to tightly integrate the community of knowledge professionals abroad in the scientific/academic activities in the country of origin by giving them some sort of institutional entity. This can be achieved, for example, by incorporating scientists abroad into research and training centers (including universities), by way of the so- called courtesy affiliations, and providing resources aimed to develop these activities and collaborations. The current state of technological communications greatly facilitates these types of interactions and has largely made the ability to interact regardless of the location.
The sense of belonging deriving from the connection of researchers to their country of origin does not only serve as a motivation to participate, but it is expected to provide the institutional glue for the success of this type of program. Perhaps unaware of the need for an institutional framework, some countries have made the first steps in this direction on the basis of specific requests. For example, at the request of a Network of Scientists abroad, the Argentine CONICET (National Council of Science and Technology) has made a call for Argentine Scientists abroad to join as “Corresponding Investigators”, a status equivalent to a courtesy appointment/affiliation in American universities that has existed for years, but which was out of the radar of Argentine scientists abroad and had only a few members. One novelty is the requirement to be affiliated with a research institute, something that the Instituto del Cálculo of the University of Buenos Aires (a CONICET Institute of Applied Mathematics) has already, and independently, informally incorporated a few years ago. National funding programs also need to incorporate the diaspora within its framework and terms of conditions. Scientific offices in many countries are calling for joint projects but most national funding programs are not designed to incorporate foreign actors and have heavy bureaucratic needs, often demotivating the participation of the diaspora and their associated institutions. Integration will require institutional restructuring.
We emphasize that this approach is different from repatriation efforts and the so-called talent recruitment program exerted by some countries since the goal is not to compete for human resources, but to create communities that are beneficial for all countries involved and can contribute to the development of countries that have experienced brain drain. We also note that this notion of the human capital diaspora is different from the “playing for the country of origin” metaphor, borrowed from a friend (Sebastián Ceria, personal communication), referring to soccer players who play for their country of origin in the world cup. Building on that metaphor, it’s not only about playing for a community, but, importantly, about training players in that community and creating integrated teams with that community.
It is not our goal to provide definite answers or pontificate over the benefits of a more inclusive notion of human capital diaspora and the benefits of more integrated communities between knowledge professionals residing within a country and abroad, particularly in the context of developing countries. Instead, our goal is to open the discussion, promote an examination of the situation in different countries, the identification of successful experiences and working examples, the investigation of the possible economic and social benefits for the participating countries (countries of origin and host countries), and the development of policies that can take advantage of more integrated communities for the improvement of the participating nations.