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A más de 200 años de historia del reconocimiento de la Diplomacia como profesión (el servicio diplomático se reconoció como una profesión en el Congreso de Viena de 1815) y a pesar de que los intereses de los Estados para el bienestar común no han cambiado significativamente, es coyuntural en la era digital, una transformación de la política exterior, acorde a la agenda de desarrollo global que cada vez más prioriza temas ligados a la dinámica de la Industria 4.0 o Cuarta Revolución Industrial.
La Diplomacia se ha practicado durante décadas y es el instrumento vital de un país para el manejo de la política exterior en función la preservación de la soberanía y seguridad nacional, mediante la representación de sus gobiernos, negociación de tratados, solución de conflictos, entre otros. En ese caminar, el diplomático y diplomática tradicional, aprende a desarrollar habilidades para actuar en espacios versátiles, políticos, multiculturales y multidisciplinarios, equipándose con una serie de herramientas integradas por habilidades blandas, que les permite abordar una negociación difícil sin crear caos. Asimismo, hoy en día nos enfrentamos a desafíos globales como la pandemia del COVID-19 y el cambio climático que además de negociaciones estratégicas, demandan ciencia para ser abordados.
Es por ello que recientemente se ha acentuado la incidencia de la ciencia en las políticas públicas, así como la priorización de la colaboración científica a nivel regional, especialmente para economías que enfrentan problemas comunes. A la luz de lo anterior, la Diplomacia Científica se consolida en las sinergias que surgen entre la Diplomacia y la Ciencia para hacer frente a esos retos. Sin embargo, se necesita la construcción de puentes entre estas dos comunidades, que deben estar alineadas para trabajar en lógicas que con frecuencia siguen protocolos de comportamiento diferentes, en ocasiones complementarios, pero también en ocasiones abiertamente contradictorios. En virtud de estas complejidades, la Diplomacia tradicional no se debe marginalizar, pero sí se debe transformar.
Entendiendo la Diplomacia Científica
La Diplomacia Científica se encuentra cada día más latente en las agendas de los gobiernos y los Organismos Internacionales. El término es nuevo, tiene alrededor de 10 años circulando en las mesas de los creadores de políticas públicas, negociadores, científicos y científicas. Aunque en la práctica, surgen los primeros intereses en el tema, a finales de la guerra fría, en países como Estados Unidos, Reino Unido y Japón. Según el reciente reporte sobre Diplomacia Científica en América Latina y El Caribe 2020, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el término se popularizó en el 2010, después de que la Royal Society y la American Association for the Advancement of Science (AAAS) publicaran en el informe “New Frontiers in Science Diplomacy” la primera definición y marco teórico para la Diplomacia Científica.
La Doctora Nina Federoff, asesora en Ciencia y Tecnología de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, define el término así: “La Diplomacia Científica es el uso de colaboraciones científicas entre naciones para abordar los problemas comunes que enfrenta la humanidad del siglo XXI y construir alianzas internacionales constructivas”.
Todos hablan de construcción de puentes
Los ámbitos en los que se discute la Diplomacia Científica son neutros, transversales y globales. Asimismo, las áreas de contribución al desarrollo sostenible, tanto de la ciencia, como de la diplomacia se visualizan desde esquemas de cooperación que podrían favorecer y fortalecer las relaciones internacionales entre los estados. De esta manera, es fundamental crear oportunidades para unir redes científicas y diplomáticas y dar lugar a nuevas alianzas que trasciendan las fronteras políticas. Pero la construcción de puentes entre estas dos comunidades es aún más compleja, ya que intervienen elementos sociales, culturales, políticos y técnicos que se deben solventar.
Del ejercicio de la Diplomacia tradicional a la Diplomacia Científica
La práctica de la Diplomacia Científica requiere un nuevo modelo de colaboración nacional y gobernanza, en el cual la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) están priorizadas en las planificaciones y se involucren actores que hasta el momento han estado ausentes de estos espacios, como el sector privado. Con este nuevo modelo de configuración, el diplomático tradicional debe ampliar su currículo alineado con un conocimiento básico del ecosistema CTI de la región, que le permita generar espacios internacionales de discusión y negociación, donde la ciencia tenga voz en las agendas regionales. En ese sentido, el propósito del diplomático y diplomática tradicional siempre será el mismo, pero con distintos conocimientos y habilidades.
Los gobiernos necesitan de la ciencia para hacer frente a los desafíos globales y la ciencia debe estar incluida en la formulación de políticas públicas. Las habilidades de un diplomático o una diplomática tradicional deberían facilitar la comunicación con comunidades científicas y aprovechar el alto nivel de confianza que un científico aporta a la sociedad. Las habilidades de comunicación más el conocimiento científico podrían incidir positivamente en un nuevo modelo de colaboración internacional y generar una plataforma donde la Diplomacia Científica sea una herramienta eficiente de promoción y uso de la ciencia para el alcance de los objetivos de desarrollo sostenible, frente a la Cuarta Revolución Industrial.
Traditional Diplomacy in the Era of the Fourth Industrial Revolution: A Science Diplomacy Approach.
By: Karina Aquino
Translation by: Luz Milibeth Cumba García
After more than 200 years of the recognition of diplomacy as a profession (the diplomatic service was recognized as a profession at the 1815 Vienna Congress) and although the interests of the states for common well-being have not changed significantly, a transformation of the foreign policy in the digital era is necessary, according to the global development agenda that increasingly prioritizes issues related to the dynamics of Industry 4.0 or Fourth Industrial Revolution.
Diplomacy has been practiced for decades and is a country’s vital instrument for foreign policy management based on the preservation of sovereignty and national security, through the representation of their governments, treaties negotiation, and conflict resolution, among others. Through this path, the traditional diplomat learns to develop skills to act in versatile, political, multicultural, and multidisciplinary spaces, which in turn gives them soft skills that allow tackling a difficult negotiation without creating chaos. Likewise, today we face global challenges such as the COVID-19 pandemic and climate change, which in addition to strategic negotiations require science to be addressed.
This is why the impact of science on public policy has recently been emphasized, as well as the prioritization of scientific collaboration at the regional level, especially for economies facing common problems. In light of the above, Science Diplomacy is consolidated into the synergies that arise between diplomacy and science to meet these challenges. However, there is a need to build bridges between these two communities, which must be aligned to work in logics that often follow different, sometimes complementary, but also sometimes openly contradictory, behavioral protocols. Given these complexities, traditional diplomacy should not be marginalized, but it must be transformed.
Understanding Science Diplomacy
Science Diplomacy is increasingly latent on the agendas of governments and international organizations. The term is relatively new, it has been circulating the tables of public policymakers, negotiators, and scientists for around 10 years, although in practice the first interests in the subject arose at the end of the Cold War, in countries such as the United States, the United Kingdom, and Japan. According to the recent report on Science Diplomacy in Latin America and the Caribbean 2020 of the United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO), the term became popular in 2010, after the Royal Society and the American Association for the Advancement of Science (AAAS) published in the report “New Frontiers in Science Diplomacy” the first definition and theoretical framework for Science Diplomacy.
Dr. Nina Federoff, Science and Technology Advisor to the United States Secretary of State, defines the term as follows: “Science Diplomacy is the use of scientific collaborations between nations to address the common problems facing humanity in the 21st century and build constructive international alliances”.
Everyone talks about building bridges
The fields in which Science Diplomacy is discussed are neutral, transversal, and global. Likewise, the areas of contribution to sustainable development, both in science and in diplomacy, are viewed from cooperation schemes that could favor and strengthen international relations between states. In this way, it is essential to create opportunities to unite scientific and diplomatic networks and give rise to new alliances that transcend political borders. But building bridges between these two communities is even more complex since social, cultural, political, and technical elements intervene and must be solved.
From the exercise of traditional diplomacy to Science Diplomacy
The practice of Science Diplomacy requires a new model of national collaboration and governance, in which science, technology, and innovation (STI) are prioritized in planning and stakeholders who have so far been absent from these spaces are involved, like the private sector. With this new configuration model, the traditional diplomat must expand his/her curriculum aligned with a basic knowledge of the region’s STI ecosystem, which allows them to generate international forums for discussion and negotiation, where science has a voice in regional agendas. In that sense, the purpose of the traditional diplomat will always be the same, but with different knowledge and skills.
Governments need science to face global challenges and science must be included in the formulation of public policies. The skills of a traditional diplomat should facilitate communication with scientific communities and take advantage of the high level of trust that a scientist brings to society. Communication skills plus scientific knowledge could positively influence a new international collaboration model and generate a platform where Science Diplomacy is an efficient tool for the promotion and use of science to achieve the Sustainable Development Goals, facing the Fourth Industrial Revolution.