
Si bien no acabamos de superar una pandemia mundial, que sigue afectando millones de vidas (contagios y decesos), ella modificó la manera en la que se llevaban a cabo los negocios, el trabajo y nuestras actividades más básicas. El 2022 comenzó con vientos de guerra entre Rusia y Ucrania, a partir de la operación militar especial de Moscú sobre Kiev. En otras palabras, la vacunación avanza, pero también los fallecimientos producidos por un conflicto territorial en Europa del Este.
La diplomacia, entendida esta como una forma de negociar, comunicar y representar los intereses de los Estados y otros actores, ha sido siempre una herramienta tanto en tiempos de paz como de guerra. Incluso las más graves confrontaciones requieren de negociaciones políticas para encontrar solución o para ser finalizadas. La diplomacia ha forjado, hasta cierta medida, el mundo tal como lo conocemos.
La guerra entre Rusia y Ucrania nos lleva a reflexionar sobre el papel que la diplomacia científica (DC) puede desempeñar en momentos de tanta tensión. De hecho, cuando se mira más allá de intereses geopolíticos en los que la seguridad de la cadena de suministros, las pérdidas económicas producto del desabastecimiento o la imposición de un orden particular sobre los demás; se aprecian los beneficios que el trabajo científico colaborativo, transnacional y enfocado en la solución de problemas comunes puede arrojar. Esto es reconocido en el informe la carrera contra el reloj sobre el avance de la ciencia de 2021 por parte de la UNESCO.
En ese sentido, la diplomacia científica también puede ser un vehículo para contribuir a disminuir la tensión entre las partes (en el corto y mediano plazo), así como para identificar elementos en común que puedan atenuar la posibilidad de conflicto. Veamos algunos elementos históricos sobre la relación entre diplomacia y ciencia, así como la relación que esto tiene con la situación entre Ucrania y Rusia.
La ciencia y su capacidad de atracción
Al mirar con detenimiento iniciativas científicas transnacionales, especialmente surgidas después de la segunda guerra mundial, encontraremos espacios en los cuales la ciencia y la diplomacia jugaron un rol fundamental. En Europa, abundan los ejemplos. La construcción del Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés) en 1954, los acuerdos bilaterales para el control de armas químicas, biológicas y termonucleares entre Estados Unidos y la Unión Soviética que se construyeron en la década del ochenta del siglo pasado, y otras iniciativas que reflejan una relación entre la toma de decisiones políticas y el conocimiento científico que fueron indispensables en el desarrollo de la DC.
En un entorno de decisión que requiere de la interacción entre diversos actores, con intereses disímiles, la diplomacia científica puede ser el traductor necesario para encontrar soluciones conjuntas a problemas sociales complejos que requieren de evidencia y recomendación empírica para la construcción de políticas públicas en diversos niveles de acción.
De hecho, desde inicios del siglo XXI, a pesar de las diferencias políticas en diversos momentos, la colaboración científica y académica entre la Unión Europea (UE) y Rusia había sido fructífera porque problemas como el cambio climático, enfermedades infecciosas, desarrollo de infraestructura a gran escala, requieren de una colaboración permanente y dinámica a través del tiempo. En el marco del programa de colaboración científica y de innovación Horizonte Europa, hasta el año 2021 se contabilizaban más de 93 proyectos entre la UE y Rusia, junto con la participación de más de 155 investigadores e investigadoras de Rusia en centros de investigación y desarrollo europeos.
Acciones europeas para mitigar el efecto
Calificar las decisiones políticas, sin duda, tiene un elemento de subjetividad que no se elimina por completo. Uno podría afirmar que la guerra, por lo oprobiosa que resulta en sí misma, debería llevar a la cancelación de todo tipo de relación frente a la parte agresora. En efecto, otros ven que incluso frente a la gravedad de la situación, se deben mantener ciertos canales abiertos y disponibles para evitar un drama social mucho mayor. Veamos algunas acciones en ese sentido.
El repudio frente a las operaciones militares rusas sobre Ucrania llevó a que, en la primera semana de marzo, se tomaran una serie de medidas que resultaban poco probables. En primer lugar, el 4 de marzo, la Comisión Europea autorizó cancelar la cooperación entre Universidades y Centros de Investigación con su contraparte rusa en materia de innovación, investigación y desarrollo. En segundo lugar, La UE llamó a cancelar los pagos y la remuneración tanto a instituciones rusas como a investigadores e investigadoras que participaran en programas de cooperación científica en el viejo continente.
Además, cuando la guerra llegó a las puertas de Ucrania, difícilmente se había planeado una vía de salida o de acomodación en los distintos países del resto de Europa. Razón por la cual, cientos de miles de académicos, académicas, científicos y científicas se han visto afectados/as por la guerra, debido al cierre de las universidades, pérdida de sus empleos y la necesidad de salir para proteger la vida. Es por ello que rápidamente la Comisión Europea, diseñó el sitio web science4refugee, cuya intención principal es proveer una plataforma de fácil acceso, para la comunidad científico-académica que, debido a los efectos de guerra, ha salido de su país de origen en busca de una oportunidad. Con ello, la UE busca atraer también a la productiva diáspora científica ucraniana hacia sus polos de desarrollo en I+D+I.
Los distintos países que componen el bloque comunitario han puesto a su disposición vacantes en las cuales se señalan sectores de la economía, universidades y centros de investigación que tienen plazas de trabajo disponibles para aquellas personas que han tenido que dejar todo atrás. Facilitar la transición, asegurar mecanismos de subsistencia e integrarse a otras comunidades epistémicas, se han convertido en los objetivos más importantes.
Asimismo, la Cooperación Europea en Ciencia y Tecnología, también se ha constituido como una plataforma que facilita las acciones para desarrollar una red de contactos y relacionamiento que facilite unir las capacidades de científicos y científicas de Ucrania con sus contrapartes en la UE.
Qué nos viene
De cara a nuestra región, vemos que ni Rusia ni Ucrania han sido contrapartes predominantes en la colaboración científica con Latinoamérica y el Caribe. De hecho, durante los últimos diez años la comunidad de ciencia y tecnología en nuestra región ha publicado 13393 artículos con sus contrapartes en Rusia y 3968 con contrapartes ucranianas según los datos extraídos desde la Web of Science. Sin embargo, dentro de ese periodo se observaba una auspiciosa tendencia al alza en la co-producción científica entre estas dos naciones y sus contrapartes en nuestra región. La figura 1, nos muestra que estas coautorías internacionales tendían a crecer hasta la llegada de la pandemia del COVID-19. Probablemente el conflicto bélico que tiene lugar en esa zona de Europa durante 2022 obstaculizará aún más esa promisoria colaboración científica internacional. Como resultado no sería extraño que estas cifras tiendan a la baja en el corto plazo, lamentablemente.
Figura 1:

Fuente: Web of Science.
No podemos saber cuándo finalizarán las hostilidades militares, y si los millones de personas refugiadas que han salido de Ucrania vayan a retornar. Como ha sucedido en el pasado, la diplomacia científica puede ser un instrumento idóneo para reiniciar relaciones que quedarán muy fracturadas, retomar la confianza para trabajar de manera conjunta en la visualización de proyectos comunes.
La resolución de un conflicto internacional como el que analizamos no es una cuestión científica pero la ciencia sí puede contribuir a que el día después de las negociaciones políticas, se genere un escenario que potencie la capacidad científica y del conocimiento.
La reflexión desde América Latina y el Caribe es significativa. En un período de tensión entre Estados, con el bajo dinamismo de los procesos multilaterales en nuestra región, y la necesidad de superar problemas comunes; se deberá generar una tracción más importante sobre la diplomacia científica y las ventajas que esta pueda ofrecer.
SCIENCE DIPLOMACY: AN ISSUE BEYOND CONFRONTATION
By:
and
Pedro Figueroa.
Translation:
While we have not just overcome a global pandemic, which continues to affect millions of lives (contagions and deaths), it has changed the way business, work and our most basic activities were conducted. 2022 began with winds of war between Russia and Ukraine, starting with Moscow’s special military operation on Kiev. In other words, vaccination is advancing, but so are the deaths caused by a territorial conflict in Eastern Europe.
Diplomacy, understood as a way of negotiating, communicating and representing the interests of States and other actors, has always been a tool both in times of peace and war. Even the most serious confrontations require political negotiations to find a solution or to be brought to an end. Diplomacy has, to some extent, shaped the world as we know it.
The war between Russia and Ukraine leads us to reflect on the role that science diplomacy (SD) can play in times of such tension. Indeed, when one looks beyond geopolitical interests in which supply chain security, economic losses from shortages or the imposition of one particular order over others; the benefits that collaborative, transnational, solution-focused scientific work on common problems can yield are evident. This is recognized in UNESCO’s 2021 Race Against the Clock Report on the Advancement of Science.
In this sense, science diplomacy can also be a vehicle to help reduce tension between the parties (in the short and medium term), as well as to identify common elements that can mitigate the possibility of conflict. Let us look at some historical elements on the relationship between diplomacy and science, as well as how this relates to the situation between Ukraine and Russia.
Science and its Attractiveness
A closer look at transnational scientific initiatives, especially after the Second World War, reveals spaces in which science and diplomacy played a fundamental role. In Europe, examples abound, such as the construction of the European Center for Nuclear Research (CERN) in 1954, the bilateral agreements for the control of chemical, biological and thermonuclear weapons between the United States and the Soviet Union that were built in the 1980s, and other initiatives that reflect a relationship between political decision-making and scientific knowledge that were fundamental in the development of SD.
In a decision-making environment that requires interaction among diverse actors with dissimilar interests, science diplomacy can be the necessary translator to find joint solutions to complex social problems that require evidence and empirical recommendations for the construction of policies at different levels of action.
In fact, since the beginning of the 21st century, despite political differences at various times, scientific and academic collaboration between the European Union (EU) and Russia has been fruitful because problems such as climate change, infectious diseases, large-scale infrastructure development, require permanent and dynamic collaboration over time. Within the framework of the Horizon Europe, EU’s Science and Innovation funding program, more than 93 projects between the EU and Russia were accounted for until 2021, along with the participation of more than 155 Russian researchers in European research and development centers.
European Actions to Mitigate the Effect
Qualifying political decisions undoubtedly has an element of subjectivity that is not completely eliminated. One could argue that war, as opprobrious in itself, should lead to the cancellation of all relations with the aggressor. Indeed, others see that even in the face of the gravity of the situation, certain channels must be kept open and available to avoid a much greater social drama. Let us look at some actions in this regard.
The rejection of Russian military operations in Ukraine led to a series of unlikely measures being taken in the first week of March. Firstly, on March 4th, the European Commission authorized the cancellation of cooperation between Universities and Research Centers with their Russian counterparts in the field of innovation, research and development. Secondly, the EU called for the cancellation of payments to Russian institutions and researchers participating in scientific cooperation programs in the old continent.
Moreover, when the war came to Ukraine’s doorstep, there was hardly a planned way out in various European countries. As a result, hundreds of thousands of academics and scientists have been affected by war, due to the closure of universities, loss of their jobs and the need to leave to protect their lives. This is why the European Commission quickly designed the science4refugees website, whose main intention is to provide an easily accessible platform for the scientific-academic community that, due to the effects of war, has left their country of origin in search of an opportunity. With this, the EU also seeks to attract the productive Ukrainian scientific diaspora to its R&I development poles.
The different countries that make up the Community block have made available vacancies in which sectors of the economy, universities and research centers that have job placements available for those who had to leave everything behind. Facilitating the transition, ensuring livelihood mechanisms and integrating into other epistemic communities have become the most important objectives.
Likewise, the European Cooperation in Science and Technology has also been established as a platform that facilitates actions to develop a network of contacts and linkages that facilitate linking the capabilities of Ukrainian scientists with their counterparts in the EU.
What’s Next
Looking at our region, we see that neither Russia nor Ukraine have been predominant partners in scientific collaboration with Latin America and the Caribbean. In fact, during the last ten years the science and technology community in our region has published 13393 articles with their counterparts in Russia and 3968 with Ukrainian counterparts according to data extracted from the Web of Science. However, within this period, there was an auspicious upward trend in scientific co-production between these two nations and their partners in our region. Figure 1 shows that these international co-authorships tended to grow until the arrival of the COVID-19 pandemic. Most likely, the war that is taking place in that part of Europe during 2022 will further hinder this promising international scientific collaboration. As a result, it would not be surprising to see these numbers trending downward in the short term, unfortunately.
Figure 1:

Source: Web of Science.
We cannot know when the military hostilities will end, and whether the millions of refugees who have left Ukraine will return. As has happened in the past, science diplomacy can be an ideal tool for restarting badly fractured relations, rebuilding trust and working together to visualize common projects.
The resolution of an international conflict such as the one we are analyzing is not a scientific issue, but science can be there the day after the political negotiations are successful, in order to generate a scenario that enhances scientific capacity and knowledge.
The reflection from Latin America and the Caribbean is significant. In a period of tension between States, with the low dynamism of multilateral processes in our region, and the need to overcome common problems, more important traction should be generated on science diplomacy and its advantages.